El gobierno de unidad libio y el Consejo Presidencial designado por la ONU que lo nombró se reunieron anoche con los alcaldes de los diez principales municipios de la capital del país y con responsables de las instalaciones petroleras en la zona.
En su plan para hacerse con el control de Trípoli, el líder del Consejo y primer ministro, Fayez al Serraj, también discutió la situación de las finanzas nacionales con el responsable del Banco Central, informaron a Efe responsables en la capital.
Al Serraj pidió a los alcaldes fidelidad y apoyo a su gobierno y les instó a poner en marcha de inmediato algunas medidas urgentes para mejorar la seguridad y la vida de los habitantes de la capital, como la reapertura de la autopista del oeste.
Ali Hassi, portavoz de Seguridad de las instalaciones petroleras en la región central, dio la bienvenida, por su parte, al gobierno de unidad nacional y transmitió al presidente del Consejo designado por la ONU su disposición a abrir los puertos y proseguir con la producción.
En la misma línea, el portavoz oficial de la Compañía Nacional de Petróleo en Trípoli, Mohamed al Harari, expresó su confianza en que la nueva situación sirva para estabilizar la producción en 350.000 barriles diarios y elevarla a 800.000 unidades al día en los próximos dos meses.
El Consejo presidencial y el gobierno de unidad, que carece aún de legitimidad, desembarcaron el miércoles a Trípoli para hacerse con el control de la capital pese a las amenazas del Ejecutivo allí establecido, al que la comunidad internacional considera rebelde.
Su llegada -en barco desde Túnez- ha elevado la tensión en la ciudad, por la que patrullan hombres armados de milicias fieles a ambos gobiernos rivales.
Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la comunidad internacional contribuyera militarmente a la victoria de los rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.
Desde principios de mes, tiene tres gobiernos enfrentados: uno en Trípoli considerado rebelde, uno en Tobruk apoyado por el Parlamento reconocido por la comunidad internacional y un tercero de "unidad nacional" que ninguno de los otros dos reconoce y que apoyan la ONU y la mayor parte de las potencias mundiales pese a carecer de legitimidad.
De la situación han sacado provecho grupos radicales como la rama libia de la organización terrorista Estado Islámico que en el último año ha ampliado el territorio bajo su control e incluso establecido un nuevo bastión en la costa del Mediterráneo.