La rama libia de la organización terrorista Estado Islámico cuenta todavía con más de un millar de hombres armados de diversas nacionalidades en el interior del país, aseguró el general Mohamad al Ghosari, portavoz de la alianza de milicias de Misrata que liberó la ciudad de Sirte.
En declaraciones a los medios, el oficial descartó, asimismo, que la referida plataforma -conocida como "Bunyan al Marsous"- vaya a lanzar en breve una operación bélica contra el EI en las posiciones que ha recuperado en el sur de la citada urbe.
"Esta zona queda al margen de la jurisdicción de Buyan al Marsous. Nuestra misión se limita a garantizar la seguridad en el territorio entre Sirte y Misrata", señaló.
Las declaraciones se producen apenas dos días después de que la agencia Amaq, órgano de propaganda del EI, publicara un vídeo en el que se observa como la rama libia había levantado nuevos puestos de control en una carretera que une el oasis de Jufra y la ciudad costera de Abuqrim, situada entre Sirte y Misrata.
Y apenas una semana después de que combatientes del EI lanzaran un ataque en el extrarradio de la propia Jufra y mataran a 14 personas, 12 de ellas milicianos del llamado Ejército Nacional Libio (LNA), que dirige el mariscal Jalifa Hafter, hombre fuente del este del país.
Responsables militares locales y analistas internacionales coinciden en advertir que la rama libia del Estado Islámico ha logrado reorganizarse de nuevo en el centro norte de Libia, apenas nueve meses después de ser expulsada de Sirte.
Este resurgir condujo a "Buyan al Marsous", plataforma próxima al gobierno de unidad sostenido por la ONU en Trípoli, dirigidas por la ciudad de Misrata, a decretar a finales de julio el estado de alerta máxima.
Una medida similar adoptó el llamado LNA, que movió hombres, armas e impedimenta hacia los barrios del este y la carretera que parte de Sirte en dirección a las instalaciones petroleras del golfo de Sidrá, las más importantes del país.
Misrata acusa a Hafter -al que apoyan Rusia, Egipto y Emiratos Árabes Unidos- de inhibirse del problema en la zona y utilizar la amenaza del Daesh para sus propósitos políticos, como ocurrió durante el cerco de Sirte.
El general, un ex miembro de la cúpula militar que aupó al poder a Muamar al Gadafi y que años después, reclutado por la CIA, devino en sus principal opositor desde el exilio en Virginia, no tomó parte en la operación de reconquista de Sirte.
Sin embargo, aprovechó los bombardeos norteamericanos y el avance de las tropas de Misrata para tomar los puertos vecinos de Sidrá y Ras Lanuf, vitales para la explotación de la industria petrolera de Libia.
Seis años después de la caída de Al Gadafi, Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, en el que dos gobiernos se disputan el poder, uno en el oeste sostenido por la ONU y otro en el este bajo liderazgo de Hafter
A ellos se suma la poderosa ciudad-estado de Misrata, principal puerto comercial del país, y decenas de grupos armados que todo tipo que cambian a menudo de alianzas.
La situación ha favorecido el desarrollo de mafias dedicadas tanto al contrabando de petróleo como de armas, drogas e incluso de personas.
También de grupos yihadistas y salafistas vinculados tanto al grupo takfirí Estado Islámico como a la Organización de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y los tunecinos de Ansar al Sharia, que se extienden por todo el país.