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Jueves 14/11/2024
 
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Dos niñas españolas salvadas por su madre de un incendio en Marruecos

Dos niñas españolas de 10 y 9 años salvaron milagrosamente la vida tras el incendio de su apartamento gracias al coraje de su madre, de nacionalidad marroquí

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  • marruecos. -

Dos niñas españolas de 10 y 9 años salvaron milagrosamente la vida tras el incendio de su apartamento gracias al coraje de su madre, de nacionalidad marroquí, que las sacó por la ventana de un tercer piso hasta un extractor de aire acondicionado.
Eran cerca de las dos de la madrugada del domingo cuando me despierto oyendo gritos: ¡Mamá, humo!, ¡mamá, humo!
Desde el extractor colgado de un muro, y sirviéndose de una soga que les lanzó un anónimo emigrante subsahariano que se encaramó en la azotea, Hayat Zouini, de 37 años, logró así salvar la vida de sus dos niñas mientras su apartamento era devorado por las llamas en la ciudad de Kenitra, 40 kilómetros al norte de Rabat.

Con los pies en el piso encharcado de lo que fue su apartamento, donde reina un fuerte olor a quemado, Hayat (que en árabe significa "Vida"), casada con el español Alfonso Rentero, rememora hoy en la penumbra de su casa sin electricidad, con una increíble sangre fría, lo que fue una noche dantesca que finalmente terminó con final feliz.

"Eran cerca de las dos de la madrugada del domingo cuando me despierto oyendo gritos: ¡Mamá, humo!, ¡mamá, humo!. Salgo de mi cuarto y al abrir la puerta un nubarrón de humo negro me ciega; a tientas, me acerco hasta el cuarto de mis hijas, y sin siquiera poder verlas, las llevo hasta mi cuarto", relata a Efe.

El incendio se originó por razones desconocidas en el salón; desde allí se propagaban llamas y humo en todas direcciones, por lo que Hayat se alejó hasta el otro extremo de la casa con sus hijas y buscó alguna solución mirando desde la ventana tras arrancar a mano los cristales.

Si uno mira por esa ventana, solo ve el vacío; pero Hayat vio otra cosa: el único objeto que sobresalía del muro exterior era el extractor de aire acondicionado de los vecinos de abajo. Sin dudarlo, saltó como pudo sobre él, sin saber muy bien qué haría después.

Un inmigrante subsahariano apareció de la nada y trepó por el muro hasta la azotea equipado con una soga de albañil. ¿Dónde la había encontrado? Da la casualidad de que frente a casa de Hayat hay un edificio en construcción y, como sucede en Marruecos, están a la vista del público ladrillos, arena y sogas.

El inmigrante, ayudado más tarde por otros espontáneos, lanzó desde la azotea (en el octavo piso) la soga a Hayat y le dijo que se sirviera de ella para huir del apartamento en llamas.

Encaramada en el extractor y sin perder el equilibrio, Hayat llamó primero a su hija Salma, que ya se estaba ahogando, y le pidió que saltara a donde ella estaba; acto seguido le dijo: "Agárrate a la cuerda y baja", aunque no le contó toda la verdad: el cabo de la soga no llegaba hasta el suelo, y de hecho la niña tuvo que soltarse en el aire, pero para entonces ya se había formado un grupo de vecinos que hizo de colchón.

A Salma la siguió Eva, que también se soltó en el aire, y luego saltó la propia Hayat.

Unos vídeos espeluznantes grabados por algún vecino muestran toda la operación, y se ve cómo, al llegar Hayat al suelo, después de sus dos hijas, los vecinos prorrumpieron espontáneamente en aplausos y vítores.

¿Lloraban sin parar? "En absoluto -dice Hayat-. Aunque no lo creas, ni yo ni mis hijas soltamos una lágrima".

Faltaba todavía Alfonso, atrapado en otra habitación y acurrucado en el suelo porque sabía que es el último lugar donde queda aire respirable. Desde esa habitación, trataba de tranquilizar a sus hijas para que saltaran a donde estaba su madre, aunque el extractor no pareciera un lugar seguro.

Alfonso fue el último en saltar, antes incluso de que aparecieran los bomberos y sofocasen el incendio. Por increíble que parezca, ninguno de ellos ha sufrido quemaduras ni asfixia, y solo tienen escozor en las manos provocado por la rozadura de la soga.

Afortunadamente, la familia de Alfonso y Hayat tienen donde alojarse, porque los padres de Hayat viven en la misma ciudad de Kenitra y les han dado cobijo hasta que consigan reparar todos los desperfectos.

Las dos niñas no han regresado a su casa ni siquiera a tratar de recuperar sus pertenencias: los padres no quieren que vean los muros ennegrecidos hasta el techo y los muebles convertidos en ceniza.

Hay en toda esta historia un personaje anónimo, el inmigrante africano que les lanzó la soga desde el tejado: nadie sabe cómo se llama ni cuál es su nacionalidad; solamente que hablaba en francés, recuerda Hayat. Hoy ha desaparecido.

Un hermano de Alfonso, bombero de profesión en España, escuchó todo el relato por teléfono y le dijo a su hermano: "Verdaderamente, no entiendo cómo habéis logrado salvaros. Ha sido un milagro".

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