Ataviados con bata y mascarilla, miles de estudiantes cubanos de medicina buscan a diario puerta a puerta posibles síntomas de COVID-19. Es la "pesquisa activa", un peculiar método de control que llega hasta los pueblos más remotos de una isla donde el temido virus no logra proliferar.
"-Buenos días, Mirta. ¿se encuentran todos bien en la casa? ¿Algún síntoma respiratorio?"
"-Seguimos todos bien gracias a Dios, Eric".
Esta conversación tiene lugar en Zaragoza, un pueblo de 1.400 habitantes al sureste de La Habana que, a diferencia de algunos de sus homónimos en España y la América continental, carece de entrada en Wikipedia y donde el lechero reparte su mercancía en un carro tirado por caballos.
Mirta es una jubilada de 65 años que vive con su familia en una austera casa de cemento en la parte alta del pueblo, donde también nació Eric. A este joven, estudiante de sexto grado de medicina en el Instituto Victoria de Girón de la capital, la pandemia le ha mandado de vuelta a su tierra natal para formar parte de la pesquisa activa.
NI UNA CASA SIN VISITAR
"Ayuda mucho haber nacido aquí. Las personas se muestran mucho más cooperativas, con más confianza", explica a Efe este futuro doctor, uno de los cinco "pesquisadores" que cada día visitan la totalidad de las casas del pueblo y preguntan a sus moradores si tienen fiebre o tos, si respetan las medidas de protección y aislamiento, y si han tenido contacto con algún sospechoso de portar el virus.
El número de casos positivos de COVID-19 en la Zaragoza cubana es cero.
"Tuvimos algunos pacientes viajeros que fueron trasladados y tratados, pero ya no hubo más casos", declara, y asegura que en el pueblo "todos se muestran cooperativos, algo muy importante en un momento como este en el que la principal vacuna que tenemos es la prevención".
Las autoridades cubanas definen la pesquisa activa, también llamada pesquisaje, como la "exploración clínica sistemática y periódica de la población" para detectar las enfermedades de forma precoz.
Si bien esta estrategia lleva aplicándose durante años a determinados grupos de riesgo, ha sido la pandemia del coronavirus la que ha detonado su generalización.
Así, estos días cualquier ciudadano de La Habana, Holguín o Santiago de Cuba y hasta quienes pueblan los más pequeños enclaves anidados en la Sierra Maestra reciben sin falta cada mañana en su puerta la visita del mismo pesquisador o pesquisadora, que a una distancia prudencial le formula las ya mencionadas preguntas sobre posibles síntomas, prevención y contactos.
"AUTOPESQUISAJE" VIRTUAL
De ser afirmativa alguna de las respuestas -por ejemplo, el vecino se levantó con fiebre o tos- se le somete a vigilancia en su domicilio o se le traslada a un hospital para realizar una prueba de COVID-19 si se considera que el riesgo es mayor.
Además del pesquisaje presencial, el país también ha instado a la población a que se "autopesquise" empleando una aplicación digital creada para este fin. Hasta hace una semana la habían utilizado más de 11.000 personas, de las que 65 manifestaron haber tenido contacto con personas contagiadas y 1.801 declararon tener algún síntoma.
La autoritarias sanitarias cubanas aseguran que a la mayoría de esas personas se les envió a un médico de familia para dar seguimiento a su caso.
Ya sea por las indagaciones y el estricto control social, por la aplicación de otras medidas como la paralización total del transporte público, el uso obligatorio de la mascarilla o por motivos demográficos, sociales o climatológicos, lo cierto es que Cuba está logrando contener la expansión del coronavirus.
LA CURVA BAJO CONTROL
El pasado 12 de marzo se detectó la primera infección en el país y los días siguientes los nuevos positivos diarios pasaron a los dos dígitos, con lo que se temía un crecimiento exponencial.
Sin embargo, y a pesar de multiplicarse el número de pruebas (estos días rondan las 1.800 diarias) la cifra diaria se mantiene en torno a los 50, e incluso bajó hasta 20 este lunes.
Con un acumulado de 1.437 casos y 58 muertes -la mayoría de ancianos con patologías crónicas previas- y miles de sospechosos sometidos a aislamiento y vigilancia, Cuba incluso pronostica que el pico de la enfermedad llegará la primera semana de mayo, casi un mes antes de lo previsto.
Aun así, la cautela es más fuerte que el optimismo. Pese a no haber un solo caso en su pueblo, Mirta confiesa que no sale sin mascarilla, solo lo hace para comprar comida, y mantiene a los más vulnerables de su hogar encerrados hasta nueva orden.
"Los niños jamás salen para fuera y el mayor de esta casa, que tiene 75, tampoco", sentencia.