Triunfo incontestable del rejoneador Diego Ventura, que cortó cuatro orejas, en la corrida de la especialidad celebrada ayer en Las Ventas, un festejo epílogo de la Feria de San Isidro, fuera de abono y puente con la Feria del Aniversario que comienza hoy.
El espectáculo de Ventura, aun con ligeros altibajos, convenció a tirios y troyanos, sobre todo por el equilibrio que hubo en la mezcla de los dos estilos. Y cómo no, también y sobre todo por la maestría y la técnica, la fuerza y el poderío tanto de él como de su magnífica cuadra, en definitiva por la torería y el valor que tuvieron sus dos faenas.
Sin duda fue la gran atracción de la tarde, aunque también habría que significar que no estuvieron a la zaga en méritos los otros dos alternantes, Sergio Galán y Leonardo Hernández, que por circunstancias no llegaron a pisar la Puerta Grande.
Para entender la importancia de la doble actuación del triunfador, conviene hablar de los inconvenientes que planteó la corrida de Los Recitales, para empezar esmirriada de presencia, y sobre todo mansa con ganas. Casi todos los toros se sacudieron de salida los caballos para estar pendientes de la huida (uno llegó a saltar al callejón y tres más lo intentaron sin conseguirlo), ésa fue la única diversión que dieron.
El mérito de Ventura con sus toros fue limarle la mansedumbre desde el primer momento de saltar al ruedo. Al segundo encelándole en una rueda de temple y distancia increíbles, con el caballo Maletilla imponiendo la velocidad a milímetros de los pitones. Sin embargo, el quinto ya no atendió el cite a porta gayola y fue más complicado hacerle doblegar mientras barbeaba tablas.
En banderillas, mejor en los preparativos que en la ejecución de las suertes. Los dos primeros palos los dejó a la grupa, no obstante, estuvo muy metido en los galopes de costado, y ajustadísimo en los cambios de pitón por dentro.
Montando a Distinto dejó una banderilla al quiebro con moviola previa algo fantástico. A partir de ahí, la plaza en el bolsillo. Otro quiebro y carrusel de cortas, telefonazos y rejón tirando al toro patas arriba. Las dos primeras orejas en ambiente de total frenesí.
Frente al quinto hubo algunas lagunas, sin embargo, tapadas en parte por la euforia que siempre conlleva lo heterodoxo. Sobraron los mordiscos al toro del caballo Morante (para más irreverencia, el nombre del equino), que además corría de punta a punta como una bala; y sobró una de las cortas finales, barrenando para clavar.
Muy buenos, en cambio, los galopes a dos pistas con Nazarí, llevando al toro cosido al estribo. El rejón fue definitivo para otros dos orejas, éstas desde luego menos consistentes.
PRECISIÓN Y CLASICISMO
Galán fue la precisión y el clasicismo por encima de otras connotaciones también muy buenas de su estilo. Tuvo mucho mérito que llegara a meter en vereda al mansísimo primero, cuajándole con una actuación muy seria y honda. Una oreja de peso.
El cuarto, muy distraído, muy parado, no aportó absolutamente nada. Y otra vez estuvo Galán muy por encima de las circunstancias, certero y muy puro en todo. La mala colocación del rejón final le quitó muchos pañuelos para la oreja que le hubiera significado la salida a hombros.
Y Leonardo Hernández. Sorprendentemente no cortó trofeos, y, sin embargo, hizo lo mejor de la tarde. Con el mejor toro, o el menos malo, el tercero, el que más se movió.
Leonardo, que encontró toro en todos los terrenos, atacó preferentemente en los medios, haciendo los cites de poder a poder y las reuniones al estribo, además de ajustarse una barbaridad antes de salir de las suertes lo que se dice toreando. Perdió no una si no dos orejas por no atacar antes con el descabello.
Y una oreja más hubiera cortado del sexto si lo llega a matar bien tras una faena de similares características.