A sus 73 años, Campos sigue trabajando diariamente para poder atender a sus obligaciones: las reediciones del personaje creado en 1971, junto al guionista Phillip Douglas, y las nuevas aventuras de la Esther de 35 años, una divorciada con una hija.
Las antiguas lectoras de este cómic, entonces niñas, hoy mujeres, no se habían olvidado del personaje ("Patty's Worldd" en su versión original inglesa) y querían saber qué había sido de ella, de su novio Juanito y de sus amigas. El resultado: 200.000 ejemplares vendidos por la editorial Glenat, que ha sabido ver que la nostalgia tiene tirón. De hecho, se baraja la idea, aún por concretar, de llevar al personaje a la pequeña pantalla.
"200.000 ejemplares es una cifra enorme en el mercado actual", explica a Efe la autora desde su casa-estudio barcelonesa, aunque puntualiza que está muy lejos de los 400.000 que se vendían semanalmente de la revista Lily, donde Bruguera publicó estas viñetas entre 1974 y 1986.
"Vendía más que Mortadelo; los de Bruguera se forraron, pero yo nunca cobré los royalties" se lamenta sin rencor Pura, una amante de la moda que comenzó como figurinista después de haberse empapado de las fotografías del Vogue y el Harper's Bazaar que su madre, modista de profesión, llevaba a casa.
La autora señala que la añoranza de sus lectoras ha sido esencial en este "revival" y en la recuperación del personaje como mujer adulta, pero asegura que lo que más le emociona es ver a las niñas que hoy en día se le acercan en los salones para que les firme los álbumes. "Las vivencias de adolescencia son las mismas, aunque estas lectoras tengan 9 ó 10 años y no 13 como entonces", explica Campos.
También son muchos los hombres que, a toro pasado, reconocen que leían a Esther a escondidas: "He recibido cartas de muchos de ellos donde me decían que les ayudaba a comprender a las chicas".
Purificación Campos (Barcelona, 1937) desembarcó en Bruguera de la mano de Manuel Vázquez (autor de "Anacleto"). Fue un flechazo. El redactor jefe, Víctor Mora, le dijo que empezaba al día siguiente tras echar un vistazo a los dibujos que llevaba en la carpeta.
Sus ilustraciones de moda y sus "caritas" gustaban en la casa, pero no se libró de oír comentarios del tipo: "¡qué bien lo haces para ser mujer!". Aprendió a hacer cómic y comenzó a hacer encargos para revistas con guiones románticos de tres páginas.
Cuando estaba a punto de abandonar porque aquellos "guiones tontorrones" no la llenaban, desde el Reino Unido llegó la propuesta de ilustrar el serial de Esther Lucas, la historia de una adolescente desde un punto de vista diferente: amigas, chicos, la relación familiar con su hermana y su madre, una viuda joven.
Purita, que había pasado una temporada en Inglaterra, supo darle el perfil que exigía el personaje, y el éxito vino rodado tanto en las islas como en la España del último franquismo, donde las historias de chicas que podían salir de noche, y con chicos, cautivaron a las adolescentes.
La dibujante, que a pesar de ser la mujer más publicada del cómic español se siente poco reconocida por los "académicos", explica que si tuviera que crear de nuevo a una Esther adolescente, ésta sería menos niña.
"La Esther de entonces no podría competir con 'Física y Química'", afirma Purita, que confía en que no todos los jóvenes españoles sean como los que aparecen en esta serie "un poco pasada de rosca".
La nueva Esther de 35 años está mucho más sexualizada, con sus problemas laborales y de ligues, como los personajes de "Mujeres desesperadas" o los de "Sexo en Nueva York", dos series que encantan a Campos y Carlos Portela, el guionista de estas historias, en las que se utilizan "flashback" para explicar qué fue de ella en los veinte años en los que se dejó de publicar.
Además de las nuevas viñetas, Campos ha tenido que restaurar un millar de páginas de las viejas historias, diseñar portadas... "y eso pasa factura en la salud", se lamenta el marido de la dibujante, Francisco Ortega, desde la habitación contigua al estudio.
Purita, que compatibilizó el cómic con la confección de ropa que vestía la "gauche divine" que llenaba cada noche la sala Bocaccio de Barcelona, tuvo que montarse una academia de pintura cuando a finales de los ochenta se acabó la serie Esther y no descarta que cuando este segundo "boom" se desinfle volver a la pintura, su verdadera pasión.
Un poco avergonzada explica que lee pocos cómics -"hay muchos y muy buenos pero para estar al día hay que dedicarle tiempo"- pero ha visto el trabajo del popular ilustrador Jordi Labanda, a quien no conoce, pero en el que adivina cierta influencia de Esther. "Seguro que me leyó", señala orgullosa.