Vivas comentó ayer en la presentación que su película, rodada además en doce planos secuencia, supuso para él un “salto al vacío” al que se sumó todo el equipo, comenzando por los actores, Fernando Cayo, Manuela Vellés y Ana Wagener, en el papel de la familia secuestrada, que “dan algo desde muy dentro de ellos y suponen un
regalo para la película”.
Con el plano secuencia, actores y espectadores se sienten “atrapados, no pueden salir, no hay cortes, no hay trucos ni montaje”, señala el director, quien informa de que “el rodaje se hizo de manera cronológica, sin saber muy bien -añade- hacia dónde íbamos”.
El realizador andaluz tenía muy claro que el eje del tratamiento de la película no sería la acción, sino el miedo, “el miedo al asalto del hogar, ese lugar sagrado en el que te crees a salvo de todo, que representa la violación
máxima del individuo”.
“Me documenté bastante y los datos oficiales dicen que en España se producen 400.000 allanamientos al año y,
aunque la mayoría se producen sin la familia dentro, en algunas ocasiones sí” son objeto directo de ese ataque los moradores de la casa.
Vivas, ante la polémica, no ve una intencionalidad política en el hecho de que los secuestradores sean mayoritariamente albaneses: “He intentado ser realista, y son albaneses porque en la documentación previa comprobé que en la mayoría de los casos reales eran de esta nacionalidad”, justificó.