La realizadora Debra Granik ha conseguido gracias a Winter?s Bone llenar de dramatismo la cuota que el Óscar reserva para el cine independiente.
La realizadora Debra Granik ha conseguido gracias a Winter’s Bone llenar este año de dramatismo complejo esa cuota que el tío Óscar reserva para el cine independiente, con una modesta odisea en un pueblo de la América profunda que recorre “las estructuras tradicionales del hombre desde la Grecia clásica”.
Cuatro candidaturas a la estatuilla de Hollywood (mejor película, actriz, actor secundario y guión adaptado) han bendecido esta historia, que llega este fin de semana a las pantallas españolas premiada en el santuario independiente de Sundance, pero que escapa a los cánones cómicos que acostumbraban a recibir el beneplácito de la Academia, como Little Miss Sunshine o Juno.
En Winter’s Bone, protagonizada por Jennifer Lawrence y John Hawkes, hay poco espacio para el humor. “Los inviernos extremos hacen las historias más potentes, hacen centrarse de manera más aguda en la historia. Con el frío, muchas preguntas salen a relucir sobre cómo vamos a poder cargar con nuestra propia vida”, reflexiona esta cineasta estadounidense en una entrevista con Efe.