"Año bisiesto", estrenada este fin de semana en España, es el debut de Rowe, que tras diecisiete años afincado en México, domina la tradición del mejor cine independiente del país y quien no necesita más que un pequeño piso en el que encerrar a sus dos protagonistas: Laura y Arturo, interpretados por Mónica del Carmen y Gustavo Sánchez Parra.
"La ventaja de trabajar en un lienzo tan pequeño es que se pueden meter muchas capas, muchos matices", explica el realizador en una entrevista telefónica con Efe.
Precedida por su victoria en uno de los festivales más prestigiosos del mundo y por un notable revuelo en los círculos intelectuales mexicanos, "Año bisiesto" deja gotear los días del mes más corto del año hasta desembocar en ese día fantasma, el 29 de febrero, cuyos acontecimientos se rememoran solo cada cuatro años.
Con un ritmo pausado no incompatible con el alto voltaje emocional y erótico -escenas con sexo real incluidas- la película va desnudando sus pieles. La que se ve a simple vista es la sadomasoquista: "Nuestra manera de interactuar con el mundo puede representarse en nuestras relaciones sexuales".
Pero bajo los juegos de poder, dominación y sumisión, de teatralidad sexualidad violenta, Rowe matiza los roles de género en el país norteamericano. "Cuando llegué a México me pareció un país muy machista, pero luego fui descubriendo que es un matriarcado muy fuerte. Los hombres son ceros a la izquierda manipulados por sus mujeres", explica.
A Laura "la percibimos como una víctima pasiva de la violencia, pero luego entendemos que todo lleva a un fin que ella persigue", señala Rowe, tras indicar que ella no es una mujer cualquiera, sino una mexicana indígena que además mantiene relaciones sexuales con un mestizo.
"La imagen cinematográfica de los indígenas siempre ha sido paternalista folclórica y, por supuesto, asexuada", explica quien, con 37 años y tras intentar que alguien dirigiera su guión, decidió hacerlo él mismo.
Ese sexo no sólo es novedoso en pantalla, sino que rehuye la belleza. "Es antierótico. Lo he utilizado para meter a la gente en la sala, no para excitarla", resume.
Y de la belleza a la felicidad, la segunda gran ausente de "Año bisiesto".
"En la vida moderna existe una especie de dictadura de la felicidad fruto de una presión social nacida de la psicología y la psicoterapia. Si no somos felices, estamos mal, enfermos y tenemos que medicarnos en vez de cambiar lo que genera ese malestar", reflexiona Rowe.
Por eso, el realizador rechaza también la lectura psicoanalítica de su obra. "El psicoanálisis tiene muchos beneficios para la vida, pero para el arte puede resultar reduccionista y hacerlo previsible", dice.
Finalmente, el último dardo de Rowe va contra la comunicación, puesto que durante gran parte de la película la protagonista sólo habla por el móvil.
"La comunicación entre dos seres humanos tiene un sentido muy profundo: aliviar la soledad inherente en el ser humano. Cada vez hay más facilidad para el intercambio de información, pero no para la comunicación que alimenta el alma, que no alivia la soledad", sentencia.
Esa incomunicación es, precisamente, la que pretende ser el hilo de su carrera a corto plazo, pues "Año bisiesto" es el primer capítulo de un tríptico sobre la soledad.
Para la pieza central, y tras el éxito en Cannes, ya cuenta con productor de renombre, Gael García Bernal, y se centrará en la soledad de una niña de seis años.
"No se trata a los niños como humanos. El mundo emocional del niño está vinculado cien por cien a sus padres, pero eso no quita que tengan su vida propia, sus emociones y sus secretos", comenta.
Como broche, se centrará en una mujer de setenta años. Y aunque promete ser fiel a su narrativa, emparentada de cerca con Carlos Reygadas y de lejos con Ingmar Bergman, para estas dos próximas películas adelanta que "en ninguna de ellas habrá sexo".