Con la capucha sobre su cabeza, el neoyorquino Mike Sniper ha experimentado con los presentes en un montaña rusa.
Las colas para casi todo y las infinitas distancias entre los múltiples escenarios han marcado la primera jornada de los tres días grandes del festival Primavera Sound, donde el veterano Nick Cave y su banda satélite "Grinderman" han intentado poner un poco de bálsamo musical a estos sinsabores.
El elegante australiano y sus secuaces en este proyecto paralelo a los "Bad seeds" han recurrido a la versión más potente del rock para desgranar temas de sus dos trabajos -"Grinderman" y "Grinderman 2"- e intentar apaciguar los ánimos, en el concierto más multitudinario del día que ha congregado a varios miles de personas poco antes de la medianoche barcelonesa.
Como es habitual, las primeras horas del San Miguel Primavera Sound 2011 -nombre completo de este evento donde las marcas tienen un protagonismo orwelliano- han servido para que el público se ubique. Por ello, había pocos espectadores frente a la cantante Marina Gallardo, o del Dúo Cobra, la pareja española que se han esforzado para que el ruido electrónico de sus maquinitas no se perdiera en el vacío.
En el camino hacia el lejano escenario Pitchfork, donde actuaban los oscuros "Blank Dogs" se podían comprobar "lo que se lleva": el "hipster style" para ambos sexos, o lo que es lo mismo bigotillo de actor porno o barba para ellos y look secretaria 80's para ellas.
Con la capucha sobre su cabeza, el neoyorquino Mike Sniper ha experimentado con los presentes en un montaña rusa que enfilaba desde las esquinas tenebrosas hacia unos rincones más radiantes que incluso podían llegar a parecerse a los livianos B-52.
La gran afluencia de espectadores -se esperan 40.000 en cada uno de los 3 días del Primavera Sound en el Fórum- se ha notado también por lo rápido que han "volado" las plazas para ocupar una de las 2.000 localidades del Auditorio para ver al norteamericano Sufjan Stevens, que venía a presentar su "The age of Adz", y que ha hecho una apuesta bastante sinfónica.
Los que no han podido entrar, mañana tendrán una segunda oportunidad para escuchar al de Detroit, el bardo neofolk de moda y uno de los hombres más emulados, sino copiados, de la actualidad.
Casi a la misma hora, en el escenario San Miguel sus compatriotas de "Of Montreal", de la mano del inquieto Kevin Barnes, han ofrecido un espectáculo total, donde las canciones de su ultimo "False Priest" han sido sólo parte -importante eso sí- de lo que se veía sobre las tablas, un combate de lucha libre por parte de unos performers de inequívoca estética glam, ideales para estas piezas de marcado sonido funky y negro.
Otro de los platos fuertes del día eran los P.I.L. del veterano John Lydon, quien vestido con su característico tres cuartos negro ha ejercido de predicador bipolar de un post punk cada vez más tribal, que no trivial.
La actitud del ex vocalista de los "Sex pistols", que traía aquí su reciente "Alife", en su línea: las grandes pantallas le han mostrado sin rubor cuando se sacaba los mocos como los futbolistas a la brava.
El cartel del Primavera es un tobogán sonoro y a pocos metros de las venas hinchadas de Lydon, Antwan Patton, alias "Big Boi", el 50% más discreto de los Outkast, presentaba "Sir Lucious Left Foot... The Son Of Chico Dusty" su primer trabajo en solitario, una brillante construcción hip hop. No lejos, el neozelandés Connan Mockasin hacía soñar con un concierto casi onírico con los temas de su "Please Turn Me into the Snat".
El Primavera es un "gigante" y eso tiene cosas buenas y cosas malas. Las buenas, evidentes, concentrar en unos días un programa con 250 actuaciones donde se mezclan grupos esenciales de la historia con bandas de los más "cool" del momento y con cabida además para formaciones que casi no tienen disco en el mercado, algo que no importa en la era de myspace.
Pero los inconvenientes no son por ello menos obvios, las increíbles distancias que hay entre la decena de escenarios del festival en el Parc del Fórum que obligan a una constante trashumancia a miles de personas con sus programas subrayados en las manos y con cara de que en ese momento se estaban perdiendo algo.
Igualmente, si la organización quería evitar las colas en las barras de los bares repartidos por el recinto sustituyendo los tradicionales tícket por unas tarjetas -que se podían recargar con antelación con dinero o tarjetas de crédito- para pagar las consumiciones, el resultado no ha podido ser menos acertado.
Colas para la recarga y colas todavía más largas para conseguir una cerveza, ah, y muchas rostros enfadados.
Pero bueno, esto es un festival y la gente suele perdonarlo todo, sobre todo cuando quedan muchas horas por delante. Las expectativas de poder ver esta misma noche a The Flaming Lips o Interpol y el resto de días a los esperadídimos Pulp, Belle and Sebastian o Mogwai provoca una amnesia inmediata de estos malos momentos.