El San Fernando CD disputó el pasado sábado su último partido en casa del año 2022. El resultado no fue el deseado en el derbi provincial ante el Algeciras CF. Sin embargo, un joven aficionado azulino, a la conclusión del encuentro, no quería abandonar su butaca en el Estadio Iberoamericano. Visiblemente emocionado,
Víctor tenía la mirada perdida en el horizonte paladeando los últimos instantes de un auténtico sueño que cumplió junto a su familia.
Y es que Víctor, protagonista de esta bonita historia de amor por unos colores, nació hace 16 años en Sant Vicenç dels Horts, una pequeña localidad del Bajo Llobregat de Barcelona.
Aficionado al fútbol desde bien pequeño, un día quedó prendado del escudo del San Fernando. “No sé decirte el motivo, pero me llamó la atención y, buscando información, me enteré de toda su historia y de que acababa de ascender a Primera Federación. Desde entonces, mi cariño por el Club ha ido creciendo”.
Sin ningún tipo de vínculo familiar con la ciudad, Víctor tuvo la suerte de poder disfrutar del estreno en Primera RFEF del conjunto azulino. Y, además, cerca de casa. “Me llevé una alegría inmensa cuando, en la división de grupos el año pasado,
el San Fernando coincidió con los equipos catalanes. Así conseguí ver al equipo en Tarragona, Cornellá o Costa Brava y, después de los partidos, me sorprendió el trato de los jugadores y la gente del Club”.
La historia de Víctor conmovió a jugadores y técnicos azulinos, que no dudaron en atender las peticiones de un adolescente que, en los desplazamientos a Catalunya, se quedaba a fotografiarse y a recibir autógrafos de sus ídolos.
Tras la salvación del pasado curso,
llegó un mazazo. El San Fernando CD cambiaba al Grupo 1 y esta campaña 2022-23 compartiría grupo con extremeños, ceutíes, madrileños, castellano-leoneses y gallegos. En la división quedaba fuera Catalunya, pero, lejos de enfriar su pasión por los cañaíllas, tenía claro que había que seguir.
Dicho y hecho. Jornada 4 de competición. Alcorcón (Madrid). Segundo partido a domicilio del primer equipo azulino.
Santo Domingo. Allí estaba Víctor, después de varias horas de carretera. “Fue una locura. Había visto cómo el equipo se salvaba en la última jornada y, tras comentárselo a mis padres, los convencí para disfrutar de otro partido del San Fernando”, expresa con una sonrisa.
Víctor llegó al partido, vio a su equipo y acabó visiblemente triste por la derrota dando ánimos a todos los jugadores que se montaban en el autobús para volver a La Isla. A él también le tocaba volver a casa con un solo objetivo:
vivir por fin un partido en el Iberoamericano.
Y ese partido llegó el pasado sábado. La familia de Víctor aprovechó los días festivos para desplazarse al Sur de España y cumplir el deseo de su hijo y hermano. Allí fue recibido por los directivos del club y,
desde prácticamente una hora antes del inicio, ya se encontraba ubicado en su asiento sin perder de vista ningún detalle de lo que acontecía. Bufanda en mano, animó sin parar a los isleños hasta el pitido final.
Cuando se acabó, Víctor se levantó y miró al frente. Poco a poco lo fue asimilando. Había cumplido un sueño. Y, lo que es mejor, se había ganado el cariño de todo un club.