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Iglesia Mormona, la austeridad y la suficiencia para servir sin etiquetas

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llegó hace unos 40 años a La Isla para quedarse. Francisco Martínez es el presidente de la estaca de Cádiz.

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Una estaca es organizativamente como una diócesis de la Iglesia Católica, sólo que en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocida y fácil de nombrar como la de los mormones. Como todas las religiones, en este caso también cristiana, las palabras representan parte de la idiosincracia y la estaca es uno de los apoyos de las tiendas de campaña que usaban los judíos –son estacas de Sión- o cualquiera otras tribus nómadas. Todas las estacas de un país son la Iglesia mormona de ese país.

Francisco José Martínez Plumé es el presidente de la estaca de Cádiz, donde hay alrededor de unos 2.200 fieles entre las dos bahías y la Sierra, o lo que en su extrapolación al mundo católico sería un obispo, aquel que guía a los demás en el apostolado y forma a los líderes locales.

Aunque la Iglesia ha recibido el estatus de “notorio arraigo”, otorgado por el Ministerio de Justicia en el año 2003, no ha celebrado acuerdos con el Estado, por lo que no tiene algunos beneficios que tienen otras confesiones religiosas, relacionados principalmente con el pago de impuestos y el reconocimiento del matrimonio civil por parte de los oficiales de la Iglesia.

Es pues una Iglesia en la que su norma fundamental es la autosuficiencia, que se ‘alimenta’ del diezmo que sus fieles depositan, una décima parte de lo que tienen y que asegura una ayuda proporcional a las circunstancias de cada familia, además de ser en sí misma una constante apuesta por el voluntariado joven, su valor más preciado.

“Ahora mismo hay en torno a 80.000 misioneros repartidos por todo el mundo y los españoles están en las tres misiones que hay en España, en Norteamérica y en Sudamérica. Son chicos que dedican dos años y un año y medio si son chicas”.

La diferencia de tiempo es porque en la Iglesia consideran que las mujeres tienen otras obligaciones más importantes en el seno de la familia.

La Iglesia Mormona está llena de estereotipos para los que la ven desde fuera que no se corresponden con la realidad, como se deduce de la conversación con Francisco Martínez. Estereotipos que se caen cuando se conoce que los jóvenes misioneros que vienen a España con acento norteamericano o los españoles que van a otros países no son una privilegiados becados por la Iglesia, sino que se pagan el ejercicio de su apostolado.

Unas veces porque han estado trabajando para dedicar el dinero a ese cometido, que es un “mandamiento voluntario”, otras con la ayuda de sus padres y en ocasiones es la Iglesia la que lo costea porque el joven quiera hacerlo y no cuente con medios económicos suficientes. “Ya se ha dicho que la Iglesia es autosuficiente y tiene esos fondos para esos casos concretos”.

Ayudar a todos
Los misioneros, sin embargo, no se limitan a difundir el Evangelio, ir casa por casa, sino que  “están dispuestos para colaborar en todo lo que pida la sociedad”, sin importar creencias de ningún tipo ni cualquier otra condición. E incluso los jóvenes de la congregación invitan a sus amigos de otras religiones o ateos a compartir sus actividades como pueden hacerlo fuera de la Iglesia.

La doctrina es la de servir, primero a la familia, luego a la Iglesia y luego a la sociedad y dan prueba de ello lo mismo que lo hacen creyentes de otras corrientes religiosas, porque a la hora de ayudar al prójimo no se diferencian de nadie, incluidas las campañas de recogidas de alimentos para ayudar a las familias más necesitadas, de su Iglesia “donde también tenemos a personas que han perdido su trabajo” y del resto de la ciudad en la que viven.

A ello se unen muchas otras actividades dirigidas a los distintos colectivos, donaciones de sangre –esta misma semana- y todo aquello que suene a altruismo bien entendido, sin dobleces. Y sin molestar a nadie.

Los mormones no tienen imágenes en sus centros de reuniones, pero respetan profundamente todas las manifestaciones de culto “como esperamos que nos respeten a nosotros”. “Nuestros centros de reuniones, nuestras capillas, son muy sencillas, nuestra forma de adorar muy sencilla, interior”, dice Martínez.

Sencilla, como la de cualquier persona o la de cualquier familia, es su vida y llena de las mismas preocupaciones que el resto. En el caso de una Iglesia que trata con especial atención a los jóvenes, a sus misioneros, sienten preocupación por la situación actual de la juventud, máxime si como en el caso de Francisco Martínez se es padre de tres hijos.

Las actividades y la actividad en general para evitar que los jóvenes caminen por senderos equivocados está presente y la enseñanza se centra en el principio de evitar que entre en el cuerpo todo lo que daña al cuerpo. “Les enseñamos que tienen que esforzarse por ser buenos estudiantes para que el día de mañana puedan labrarse un porvenir superando las dificultades que hay en el mundo laboral. Que puedan formar una familiar y proveer para ellos y para los suyos. Esa es la parte que nos preocupa de nuestra juventud”, dice Francisco Martínez.

En suma, lo normal de cualquier padre o cualquier madre, lo normal de cualquier persona normal con el añadido de que viven en un mundo de servicio a los suyos y a los demás.

Los tópicos de la poligamia –que era cierta pero circunstancial- y otros estereotipos nacidos a través del cine, la televisión y la literatura, se quedan en nada, en el pasado, mientras miran al futuro con la esperanza de llevar sus creencias a quien quiera escucharlos o simplemente convivir con el resto de la sociedad sin mirar más que lo que pueden dar de sí mismos.

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