Es más que una curiosidad. Es la constatación de la situación de penuria que padecen las Fuerzas Armadas españolas dentro de un escenario de contención presupuestaria que se ha volcado en la necesidad de cubrir las necesidades más perentorias a costa de reducir otras partidas que, sin embargo, son las que garantizan aspectos fundamentales del ordenamiento constitucional.
Las unidades militares españolas que participan en las misiones externas siguen prestigiando a los ejércitos españoles, pero no a costa del Presupuesto ordinario del Estado, de las partidas específicas para el mantenimiento de los tres Ejércitos, sino de las que se destinan de forma extraordinaria a las misiones en el extranjero.
Eso ha permitido tanto la compra de medios técnicos que en la mayoría de los casos salvaguardan la seguridad personal de los efectivos -muchas veces obligados a realizar sus funciones en vehículos mal pertrechados y obsoletos- como el entrenamiento de los militares para estar a la altura de las circunstancias imperantes en el escenario de actuación y también a la altura de las demás fuerzas sobre el terreno pertenecientes a otros países.
En lo que se refiere al presupuesto ordinario, ha ido bajando cada año desde 2008, el año del reconocimiento oficial de la crisis, hasta situarse en un 32 por ciento menos en los Presupuestos Generales del Estado de 2014.
Todo eso ha generado una obsolencia del material en un mundo tecnológica y extraordinariamente cambiante; una falta de adiestramiento de las unidades a excepción de las que participan en las misiones extranjeras en la parte de corresponde a esas misiones y un desgaste de la moral en los mandos militares, lo que se traduce en un malestar cada vez menos disimulado.
Barcos amarrados a las bases militares; aviones en los hangares e incluso unidades sin poder realizar maniobras de entrenamiento fuera de sus acuartelamientos por falta de presupuesto para gasoil, son algunas de las imágenes que arrojan la cotidianeidad de las Fuerzas Armadas, lo que de hecho está provocando una readaptación a las circunstancias que rentabilice los esfuerzos económicos realizados.
El Gobierno quiere mantener, tras una reorganización, las Fuerzas Armadas en 110.000 efectivos, según el propio y actual ministro de Defensa, Pedro Morenés, pero es consciente de que no cuenta con medios para entrenarlos a todos y tener engrasadas las unidades de tierra, mar y aire. Lo que se impone, pues, es centrar los esfuerzos presupuestarios en esas unidades que realmente van a ser utilizadas para las -por otra parte- cada menos misiones internacionales o menos efectivos en ellas.
Fuerza de Acción Conjunta
Eso es lo que hace que el Estado Mayor y el Ministerio de Defensa estén planteando la creación de la que se llamaría Fuerza de Acción Conjunta, un modelo que ya existe en las tropas de la OTAN para Europa y que permite la puesta en funcionamiento de contingentes en el mínimo tiempo y con efectivos de élite a los que no les ha faltado el entrenamiento suficiente para realizar bien sus funciones y, además, volver para contarlo.
Esa Fuerza de Acción Conjunta -según ha revelado esta semana el diario El País- estaría compuesta por 10.000 efectivos de élite, lo que se antoja más que suficiente para cumplir las misiones encomendadas de una forma rotatoria, que permitiría a la vez que todo el mecanismo estuviera siempre listo para intervenir.
Por esa parte estaría salvada la operatividad de las FAS españolas y su prestigio bien ganado entre las naciones con cometidos similares. Pero eso deriva en un problema doméstico, porque destinar la mayor parte del presupuesto a la menor parte de efectivos es lanzar una pregunta que ya flota en el aire, y es para qué sirven unas Fuerzas Armadas de cien mil efectivos que no pueden tener un buen entrenamiento por falta de medios económicos.
Y es que ese es otro de los capítulos que están por aclarar y que llevan el desasosiego tanto a mandos como a tropa, habida cuenta de que para tales menesteres no se ha destinado nada del poco dinero que ha entrado en el Ministerio de Defensa en forma de créditos extraordinarios, dedicados íntegramente a pagar parte de las facturas atrasadas.
En ese contexto, en el de crear una nueva Fuerza Conjunta y en la imposibilidad de mantener todo el contingente en perfectas condiciones, se mueve todo el colectivo y hace que se mueva la sociedad que está presenciando cómo el país cuenta con unas Fuerzas Armadas que no puede mantener.
Y que se pregunta -la sociedad- qué hacer con ese gasto innecesario a fuerza de ser insuficiente; y que se pregunta -el colectivo militar- qué va a pasar con el resto de los militares que no estén dentro de la Fuerza de Acción Conjunta.