Lo reclamaron para la candidatura de José Loaiza en San Fernando en 2011 como un joven cercano a la derecha y conocido en la organización de actividades para los jóvenes, un sector de la población poco proclive a votar a los conservadores. Era pues, un gancho para captar votos y las referencias las mejores.
Luego no salió elegido y Loaiza gobernó como alcalde y como presidente de la Diputación, dejando atrás todos los proyectos que tenía para la juventud de San Fernando, que era al fin y al cabo para lo que había sido captado.
Se quedó como asesor, esa figura a la que tienen derecho los gobiernos de toda índole y condición que aunque tenga un número clausus, supone una buena nómina para las Administraciones con cargo al presupuesto público. O mejor dicho, al presupuesto del contribuyente, que lo de público es un eufemismo aceptado por no discutir sobre el tema.
Pudo haberse salido del agujero en donde luego se encontró -según cuenta él- pero tenía en su contra una licenciatura recién terminada y un mundo laboral oscuro como el resto de millones de jóvenes españoles. Y fue asesor del Partido Popular en Cádiz, donde José Loaiza fue presidente antes de su acto de inducida generosidad a favor de Antonio Sanz que llegó de ganar unas elecciones en Andalucía pero perdió la Junta por la unión de las izquierdas junto a su valedor de siempre Javier Arenas.
Antonio Sanz formó su equipo de confianza, como suele ocurrir, en los que entraban los de su confianza, no los de la confianza de los demás y Gustavo Lebrero Martínez -familia del ex delegado de Urbanismo, Ángel Martínez por parte de padre-, ya ex candidato a concejal por San Fernando y asesor en la Diputación, pasó a no asesorar nada y a darse cuenta de que las cosas no eran como pensaba y si alguna vez se ilusionó por hacer cosas por los jóvenes en San Fernando, fue un sueño.
“Sé que podía haberme salido antes y hacerlo por la puerta grande, ser un valiente, pero no lo hice”. La presión del entorno familiar cuenta; tener un trabajo bien remunerado a su edad, también. Incluso presentó la dimisión un año antes de finalizar el mandato pero no se la aceptaron. Fue su principal gesto de honestidad consigo mismo, el que lo llevó a respirar cuando salió de allí porque el último año allí era asfixiante.
“Yo sé lo que es estar en un despacho y no hacer nada” o no tener que ir a ningún despacho, dice Gustavo Lebrero. Sabe lo que es sentirse nada ni nadie, sólo una nómina a fin de mes. Y sabe que no los dejan irse porque “tienen miedo a lo que pueda contar” si se va de forma poco amigable.
Y así son los partidos políticos y sus asesores que no asesoran, en este caso del Partido Popular, pero en general de todos los partidos que necesitan mantener unas estructuras prietas las filas, recias, marciales… al menos hasta finalizar cada mandato o cada legislatura.
Los que piensan de otra forma a lo que dice el partido, son apartados de los principales disparaderos de salida hasta que pueden deshacerse de ellos, o permanecen por convicción o por esperanzas cortesanas ensobrando publicidad o pegando carteles.
Lo que además de pensarlo, lo dicen, son carne de cañón y ya están vedados para siempre, no promocionarán, no podrán acceder a nada más que a un cargo remunerado en el mejor de los casos, pero no serán partícipes de un cambio en la sociedad mediante su asesoramiento.
Todo es sectario -lo dice Gustavo Lebrero- y estás conmigo o contra mí. Y aun así hay políticos de leche por doquier, gente que echó los dientes dentro del partido y han seguido al pie de la letra el argumentario. Desde jóvenes, desde que eran de Nuevas Generaciones, esos que sólo pueden aspirar en sus localidades a ser presidentes locales a la espera de que cuenten con ellos para una candidatura en un puesto que esté antes del quince, lo que generalmente no ocurre.
En Nuevas Generaciones basta que haya cinco o seis activos para que el partido presuma de tenerlas, lo que no es obligatoria y en todos los casos son los que hacen el trabajo de campo y los que se pasan la vida esperando una oportunidad. Como platanito.
Obviamente, esa es la tónica general, pero lo malo es que la tónica general debería de ser la excepción y aquí es al revés. Por supuesto que hay asesores que asesoran aunque exista un cuerpo de funcionarios en todas las Administraciones que son los indicados para ello y además son autoridades. Pero son los menos.
Los demás son los compromisos del partido, gente que en muchos casos tienen la habilidad para mantenerse en la política toda la vida y con un puesto de trabajo en la Administración hasta su jubilación. O dentro del partido.
Gustavo Lebrero Martínez ha sido el primero en contarlo en público, al menos en esta casa. Y su situación es conocida no sólo en el PP sino en todos los partidos. En todos hay compromisos, bocas que callar, gente para asesorar que asesora y una mayoría que no asesora y todos, absolutamente todos, cobran de los contribuyentes.
Casi totalmente prescindibles; casi totalmente inútiles.