La XVII duquesa de Alba, catorce veces grande de España, XI duquesa de Berwick y aristócrata con más títulos nobiliarios del mundo, falleció a primera hora de este jueves, a los 88 años de edad, en el sevillano palacio de Las Dueñas y rodeada de sus seis hijos, su actual marido Alfonso Díez y demás familiares.
La duquesa, que desde que se casó el 5 de octubre de 2011 en la capilla de Las Dueñas fijó en la capital hispalense su residencia habitual, murió arropada por los suyos y por el calor de los sevillanos que rezaron por su salud en los últimos días y que también quisieron despedir a la “sevillana más ilustre” (a pesar de haber nacido en el palacio de Liria, en Madrid, el 28 de marzo de 1926) en una multitudinaria capilla ardiente, instalada en el Ayuntamiento.
Tal era su fervor por la capital hispalense que parte de los restos de la aristócrata, que tenía “una espina clavada” por no haber nacido en Sevilla, descansarán muy cerca de su querido palacio de las Dueñas, en la capilla de la Hermandad de los Gitanos, de cuyo Cristo era una gran devota.
Pintora, mecenas, cofrade, bética y apasionada de las costumbres de la ciudad que la vio morir -era muy asidua a los corridas de toros en la Maestranza y a la Feria de Abril-, su féretro fue llorado por miles de sevillanos que incluso antes de la apertura de la capilla ardiente ya hacían cola para despedirse de su duquesa (la capilla ardiente fue abierta poco después de las 14.00 horas. Hacia las 21 horas de ayer ya habían pasado por el salón Colón del Consistorio hispalense más de 70.000 personas y varios millares hacían cola en el exterior).
Ingresada desde el domingo
Después de tres días ingresada en una clínica sevillana, afectada de una neumonía y una arritmia cardíaca, la duquesa de Alba fue trasladada el martes en ambulancia a su casa, adonde poco a poco fueron llegando sus seis hijos, conscientes del cercano desenlace.
Fue ayer por la mañana cuando la duquesa falleció en su domicilio. El cortejo fúnebre con sus restos mortales cruzó la verja del palacio de Las Dueñas sobre las 13.21 horas y recorrió las céntricas calles hispalenses hasta el Consistorio arropado por cientos de sevillanos, que incluso arrojaron pétalos de flores blancas sobre el vehículo que portaba su féretro. “Era una gran mujer”, “hizo mucho por esta ciudad”, “aquí la queremos mucho” o “fue una gran embajadora de Sevilla”, fueron algunas de las frases emotivas de los ciudadanos que la lloraron.
Mayores y jóvenes, hombres y mujeres se acercaron a rendirle homenaje a la capilla ardiente ante su féretro, flanqueado por dos grandes cuadros con las imágenes de Nuestro Señor de la Salud y de la Virgen de las Angustias, titulares de la Hermandad de los Gitanos.
La noble, que nació a unos metros del patio con el limonero de Machado, recibirá su último adiós este viernes en la Catedral hispalense, con todos los honores propios de una grande de España.
Parte de los restos descansarán en Los Gitanos
La Hermandad de Los Gitanos anunció ayer que, por expreso deseo de la duquesa y de su familia, parte de sus cenizas reposarán en el altar mayor del templo, debajo del Cristo de los Gitanos, de la que ella era muy devota. El resto de las cenizas serán depositadas en el convento de Las Dominicas de Loeche, en Madrid, que alberga el panteón de la casa Alba.
La infanta Elena acudirá al funeral hoy en la Catedral
El funeral por la duquesa será este viernes en la Catedral de Sevilla (12.00 horas), y será oficiado por el cardenal Carlos Amigo Vallejo. A la misa acudirá el ministro de Defensa en nombre del Gobierno, y en representación del rey lo hará la infanta Elena. Después, sus restos serán incinerados en el cementerio de San Fernando en la intimidad de la familia.
Su confesor: “Ha muerto en paz y rodeada de todos a los que quería”
El sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, confesor de la duquesa de Alba, además de capellán de la familia en Sevilla y gran amigo de la aristócrata, señaló a su salida de la capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento que la duquesa “ha muerto en paz, rodeada de todos sus hijos y de todos a los que quería”, añadiendo que ha estado acompañada en todo momento “por el auxilio de Dios”. Visiblemente afectado por la muerte de la duquesa, el sacerdote apuntó que durante las últimas horas no se separó de ella y que la aristócrata ya era consciente en la UCI “de que le quedaba poco tiempo”.
“Murió sin sufrir, tranquila y sosegada”, señaló, destacando que la duquesa de Alba había manifestado en vida su voluntad de que sus restos mortales reposaran en el santuario de la Hermandad de los Gitanos, de la que era hermana, camarera de honor de la Virgen de las Angustias y gran benefactora.
Sánchez-Dalp destacó que era asumible que parte de los restos de la aristócrata quedaran en la capital hispalense. “La duquesa tenía la espina clavada de no haber nacido en Sevilla, aunque la ciudad la adoptó”, dijo.
Las reacciones: del rey Felipe VI a Alfonso Guerra
La clase política española subrayó ayer la fortaleza, el compromiso con la libertad y la labor en defensa del patrimonio histórico de la duquesa de Alba, fallecida ayer en Sevilla tras vivir como consideró oportuno y “ponerse la vida por montera”.
Con esas palabras la definió ayer Alfonso Guerra, a quien la noticia sorprendió en un desayuno informativo para despedirse del Congreso de los Diputados y quien explicó que la duquesa, con quien coincidió cada semana durante años en el cine Avenida de Sevilla, fue siempre “muy libre y muy valiente”.
Por su parte, el rey conversó por teléfono con el duque de Huéscar, Carlos Martínez de Irujo, y con el viudo de la duquesa, Alfonso Díez, para expresarles unas condolencias a las que se sumaron los principales actores políticos españoles.
Entre ellos destacan el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que envió un telegrama y corona de flores a la familia; la presidenta de la Junta, Susana Díaz; el vicesecretario de Política Autonómica del PP, Javier Arenas; el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo; la defensora del Pueblo, Soledad Becerril, y el presidente del PP andaluz, Juanma Moreno.
De su lado, el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que recibió junto con el gobierno municipal el féretro de la duquesa de Alba y a su familia a las puertas del Ayuntamiento, hizo hincapié en ese papel de “gran embajadora” de la ciudad, sus costumbres y tradiciones que desempeñó la duquesa, que llevaba a Sevilla “en el corazón” y donde quiso vivir a pesar de no haber nacido en ella.