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Lunes 11/11/2024
 

Sevilla

Davíla y Escribano cierran la feria con sendas orejas en la corrida de Miura

Los matadores sevillanos Eduardo Dávila Miura, que reaparecía por un día en los ruedos, y Manuel Escribano cortaron sendas orejas a la corrida de Miura que cerró hoy la feria de Abril de Sevilla.

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  • Manuel Escribano -

Davíla y Escribano cierran la feria con sendas orejas en la corrida de Miura

Paco Aguado

Sevilla, 26 abr (EFE).- Los matadores sevillanos Eduardo Dávila Miura, que reaparecía por un día en los ruedos, y Manuel Escribano cortaron sendas orejas a la corrida de Miura que cerró hoy la feria de Abril de Sevilla.

 

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Miura, de mucho volumen y pocas carnes, en el tipo de la ganadería. Con la raza y la fuerza muy medidas, dieron poco juego pero tampoco sacaron excesivas complicaciones dentro de su actitud defensiva.

Dávila Miura: estocada atravesada que asoma, estocada corta a travesada y descabello (ovación); estocada (oreja).

Manuel Escribano: pinchazo y estocada desprendida trasera (ovación); estocada desprendida delantera (oreja con petición de la segunda).

Iván Fandiño: estocada atravesada perpendicular y tres descabellos (silencio tras aviso); pinchazo y estocada caída delantera (silencio).

Destacaron en la brega y con las banderillas los subalternos Joselito Rus, Miguel Martín, Javier Ambel y Pedro Lara, así como el tercero Jesús Arruga, con los palos y la puntilla.

La plaza se cubrió en más de los tres cuartos de su aforo, en el decimoquinto festejo del abono, último de la serie continuada de la feria de Abril. Tarde inestable, con lluvia en los primeros toros y viento racheado.

 

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EFEMÉRIDE SIN SOBRESALTOS

 

Era día de efeméride en la Maestranza, porque la ganadería de Miura cumplía, con esta última corrida de la edición de 2015, un total de 75 años lidiando ininterrumpidamente en la feria de Abril de Sevilla.

Para celebrar la ocasión, decidió reaparecer por un día Eduardo Dávila Miura, el "torero de la casa" como sobrino que es de los ganaderos y que tuvo finalmente su premio para que todo fuera redondo.

Dávila hizo así el paseíllo en la misma plaza donde se retiró de los ruedos hace ya nueve años sin que su figura acusara el paso del tiempo y sin que la corrida de la legendaria divisa le pusiera tampoco en demasiados apuros.

Y es que los "miuras" de hoy en Sevilla, flacos y zancudos -agalgados, se dice en el argot- no desarrollaron excesivas complicaciones durante la lidia porque todos en general estuvieron al límite de la raza o de las fuerzas.

Así que, pese a tanto tiempo de inactividad, Dávila solventó con facilidad tanto con el primero de su lote, que se afligió en cuanto se encontró con el caballo de picar, como con el cuarto, un toro de muy escaso celo y que casi nunca remató las embestidas.

Y pese a que no sacó de ninguno nada especialmente brillante, el sevillano acabó paseando esa oreja conmemorativa que, contando con el cariño de sus paisanos, vino a premiar básicamente el bello momento de la gran estocada con que tumbó patas arriba a su segundo.

Se volcó el torero en el encuentro y el animal ya salió prácticamente muerto de los vuelos de la muleta, cayendo a la arena de manera fulminante en breves segundos, mientras la plaza se ponía en pie.

Mucho más trabajado fue el trofeo que paseó en el siguiente turno Manuel Escribano, que se fue a recibir a portagayola al toro de más volumen y hondura, un "miura" de 656 kilos de peso, alto y largo como un armario de tres cuerpos.

Animoso con el capote y arriesgado en el apurado tercio de banderillas, Escribano fue sumando sucesivos méritos hasta tomar la muleta, con la que logró sacar a un toro de corta arrancada una muy estimable serie con la mano izquierda, dándole los tiempos y el espacio necesario para aprovechar al menos su inercia.

Aunque fue el momento más lucido de su labor, extrañó que Escribano no quisiera seguir toreando por el mismo pitón del "miura" en un cortante final de obra que no fue óbice para que se premiara el conjunto con una oreja mucho más ajustada que las dos que solicitó el público.

El mismo Escribano había insistido de más con el segundo, que acabó muy a la defensiva y que, como toda la corrida, aconsejaba un metraje más corto de la faena.

El tercero incluso llegó a desarrollar cierto peligro, acentuado por las molestias del viento en la muleta de Iván Fandiño. El diestro vasco trasteó con él con tan poca brillantez y resolución como con el sexto, que también se negó pronto a embestir por derecho.

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