El proyecto hasta ahora frustrado de instalación de toldos en la Plaza del Pan ha puesto en evidencia la descoordinación e ineficacias existentes en la Gerencia de Urbanismo, donde ahora se trabaja a contrarreloj para tratar de legalizar las paralizadas obras en la reunión clave de la Comisión Local de Patrimonio prevista para el 19 de julio.
Si Urbanismo no consigue llegar a tiempo con un proyecto bendecido previamente por la Consejería de Cultura, cuyos técnicos lo recibieron el pasado día 6, para que la Comisión le levante el veto o ésta no le da su visto bueno final, prácticamente tendrá que decir adiós a la instalación de los toldos este verano, ya que la del martes 19 es la última reunión de dicho organismo antes de las vacaciones estivales, salvo que excepcionalmente se convoque otra con el único objeto de salvarle políticamente la cara al Ayuntamiento. No habría otra ventana de oportunidad hasta el mes de septiembre, fecha de la siguiente reunión conforme al calendario.
Aun contando con que va a salvarse por la campana en la reunión del día 19, Urbanismo ya asume que entre unos trámites y otros no podrá iniciar el montaje de los toldos hasta entrado el mes de agosto, por lo que si tuviera que esperar a la reunión de septiembre de la Comisión de Patrimonio, entonces el montaje no podría acometerse hasta mediados o finales de ese mes, con el otoño en puertas y toda la operación, con un coste de 56.511 euros, dejaría de tener sentido.
Vigilancia vecinal
Fueron vecinos de la Plaza del Pan o de su entorno quienes, cumpliendo su deber cívico de vigilancia sobre posibles afecciones al patrimonio histórico, alertaron a la Consejería de Cultura de las cimentaciones que estaba ejecutando Urbanismo. Y entonces sucedió lo inimaginable. Cultura comprobó con estupor que la Gerencia se había saltado el Plan Especial del sector, que obliga a que antes de que se hagan obras en espacios públicos del mismo hay que realizar las preceptivas catas arqueológicas, en previsión de que pudiera haber restos de valor en el subsuelo.
Se demostraba así que el organismo autónomo más poderoso del Ayuntamiento, con entre 350 y 500 profesionales de elevada cualificación y que tienen fama de ganar más dinero que nadie en el Consistorio (el 43% ocupa algún tipo de jefatura y hay sueldos hasta un 60% más altos que en el resto de la corporación municipal), ignoraba o no acataba la norma que él mismo se encarga de exigir al resto de agentes en la ciudad.
Para mayor despropósito, la arqueóloga del Servicio de Licencias y Disciplina Urbanística que representa a la Gerencia en la Comisión Local de Patrimonio se habría enterado del desaguisado allí mismo, cuando entró de urgencia el proyecto en la reunión del pasado 21 de junio. Así pues, la teórica responsable de la parcela arqueológica no sabía aparentemente nada de lo que se estaba preparando en las caracolas de la Cartuja en un tema que le afectaba de forma directísima.
Omisión
La Gerencia pagaba así el precio de su sistemático desprecio a la Comisión de Patrimonio en materia de proyectos relacionados con el paisaje y el mobiliario urbanos, ya que se los hurta por principio y únicamente somete a su consideración las, digamos, obras tradicionales, en edificios públicos y, especialmente, los privados.
Como Urbanismo ha “pasado” tradicionalmente de la Comisión de Patrimonio en cuestiones de “ordenación” del territorio urbano, con el resultado del caos paisajístico de sombrillas y veladores en la Avenida que ha reconocido el propio Antonio Muñoz, nadie en el seno de esta última (por aquello de que “cuatro ojos ven más que dos”) pudo chequear el proyecto de los toldos en la Plaza del Pan y percatarse de que se iban a incumplir los preceptos del Plan Especial antes de que la Gerencia se viera en la sonrojante situación de ver una obra suya paralizada por Cultura, por ilegal.
Y llegamos a la fase de fabricación de coartadas para tratar de justificar el patinazo cometido. El primer pretexto esgrimido fue decir que como hacía un decenio que se había excavado en las plazas del Centro con motivo del proyecto ‘La piel sensible’ (trabajos que permitieron descubrir la cisterna romana en la Plaza de la Pescadería, la cual se abre al público en alguna Noche en blanco que otra, con lo cual sigue sin ser puesta en valor), se había sobreentendido que no hacía falta volver a excavar.
Ello equivaldría a que los sevillanos le dijeran al Ayuntamiento que como su casa pasó la ITE hace un decenio ya no es necesario someterla a ninguna inspección más para ver en qué estado se halla. Se da la circunstancia de que el Plan Especial del sector al que pertenece la Plaza del Pan se aprobó con posterioridad a la ejecución del proyecto de ‘La piel sensible’ y aun así en el mismo se mantuvo la obligación de aplicar cautelas arqueológicas, por variadas razones. Por ejemplo, por el hecho de que pueda hacerse una obra a mayor profundidad que el nivel excavado hace un decenio, o por si entonces pasó inadvertido algún resto que pudiera ser detectado después.
Desbordados
La segunda coartada, por si no era suficiente la primera, es todavía menos creíble que aquélla: decir que como en Urbanismo están desbordados tramitando licencias no habían tenido tiempo o la tranquilidad necesaria para evaluar el proyecto de montaje de los toldos y percatarse de la omisión en el mismo de la obligación de realizar catas arqueológicas. ¿Desbordados por la acumulación de licencias cuando el sector de la construcción todavía no se ha recuperado de la crisis provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria? Si ese desbordamiento fuera tal, en las patronales Gaesco y CES estarían dando saltos de alegría como señal del fin del periodo de vacas flacas, pero no parece que sea el caso a la luz de las escasas grúas que se divisan en el paisaje sevillano.
Este pretexto llevaba implícito otro mensaje: se deduciría entonces que la Gerencia está desbordada y que le haría falta todavía más personal para atender esta carga de trabajo y no incurrir en errores de libro como el cometido en la Plaza del Pan.
Así parece ratificarlo la medida adoptada con carácter de urgencia para tratar de encauzar el problema: contratar a un arqueólogo por el procedimiento de la adjudicación directa para que haga las catas arqueológicas exigidas por la ley, la Consejería de Cultura y la Comisión Local de Patrimonio.
O sea que el Ayuntamiento ha pagado la contratación de un arqueólogo externo (¿a qué precio?) cuando en el organigrama de Urbanismo hay dos arqueólogos en plantilla: uno, en este caso una mujer, adscrito al Servicio de Licencias y Disciplina Urbanística, y otro adscrito a Planeamiento. ¿Por qué no ha podido hacer las catas uno de los dos o los dos a la vez y así habrían reducido el tiempo de espera a la mitad y le habrían ahorrado costes al Consistorio?
Y mientras los contribuyentes sevillanos pagan con su dinero la subsanación de los errores de Urbanismo, el departamento que más caro le cuesta a la Corporación municipal, los comerciantes de la Plaza del Pan denuncian que por causa de las obras paralizadas hace semanas, con el suelo horadado y rodeado de vallas opacas, están perdiendo este verano ya entre un 20% y un 40% de sus ventas. Ya se ven pintadas de protesta.
El caso de la Plaza del Pan, unido al de las deficientes mediciones de la superficie de las Atarazanas denunciado hace unos días por un grupo de profesionales sevillanos, demuestra que la Gerencia de Urbanismo, donde la descoordinación campa por sus fueros, necesita de una reestructuración: la que Zoido no hizo en sus cuatro años de mandato por colocar a su frente a dos personas con nulo conocimiento técnico en la materia, y la que Espadas, transcurrido más de un año de su mandato, aún no se ha atrevido a hacer.