Mientras los estadounidenses se despiden de Hillary, los sevillanos dicen adiós a Juan Ignacio Zoido, al menos como figura local, que ahora pasaremos a ver a nivel nacional. Eran las 11:45 horas de la mañana. A lo lejos, se empieza a ver al nuevo ministro de Interior por una de las calles que dan al Ayuntamiento. Comienzan las prisas. Todas las cámaras encendidas, buscan un blanco, comienzan a grabar.
Graban cómo Zoido se acerca, un nuevo ministro que al menos en sus citas con los medios parece puntual. Besos por aquí, abrazos por allá, hasta el esperado apretón de mano con el alcalde Juan Espadas, que dura lo justo para que todos los medios lo logren inmortalizar. Medios que hemos sido aún más puntuales, allí estábamos todos esperando la llegada del nuevo ministro, dentro y fuera, rodeando la entrada con trípodes, cámaras, micrófonos, cuadernos y bolígrafos en mano. Sí, en ocasiones como ésta los periodistas agrandan sus manos para abarcar cualquier medio que les permita anotar y los cámaras alargan sus brazos para inmortalizar.
También hay policías, muchos. Y algún que otro despistado que se separa del grupo y se acerca a preguntar: “¿Quién viene?”, “¡Zoido!”, le responde una periodista, y el hombre murmurando algo se va. Incluso dentro del Ayuntamiento hay despistados, que cuando les explican qué pasa sueltan algún que otro “¡Claro, cómo ahora es ministro!”
Ya inmortalizado el segundo apretón de mano con Juan Espadas, el de las escaleras del interior del ayuntamiento, periodistas y cámaras esperamos en la primera planta que el nuevo ministro de Interior vuelva y comience a hablar. Algo que llega a las 12:08 horas, cuando Zoido vuelve a aparecer y los medios nos volvemos a abalanzar sobre él, “¡Tranquilos, que no hay prisas!”, llega a decir con una sonrisa el nuevo ministro.
Y cuando se cerciora de que estamos todos preparados comienza a hablar: “En primer lugar, muchas gracias a todos por estar aquí, han sido muchos los años…”. Una bienvenida a los medios de comunicación, a quienes elogia y termina ofreciendo su deseo de que “haya estabilidad”. De ahí el ministro pasa a hablar de sus “queridos compañeros”, de quien hoy se viene a despedir “aprovechando que es fiesta en Madrid”.
Porque ha venido para eso, para despedirse de su equipo, pero ya de paso aprovecha y lanza un segundo elogio. Esta vez va relacionado con su nuevo cargo y haciendo hincapié en el que el discurso lo está dando “precisamente delante del busto de Alberto Jiménez Becerril”. Sigue el ministro con los elogios y pasa a felicitra al Cuerpo Nacional de Policías “por la desarticulación en Ceuta de una célula yihadista que sin duda supone un salto cualitativo en todo lo que es la lucha antiterrorista que viene desarrollando el Gobierno”.
No se moja tanto el nuevo ministro cuando le preguntan por el triunfo de Donald Trump: “Tenemos que reconocer que le han dado la victoria y seguir fortaleciendo las relaciones hispanoamericanas para enriquecernos”. Unas relaciones que asegura que no cree que se vean afectadas porque “las relaciones existentes están por encima de las siglas de partidos”. Ya veremos, ministro.
Así va terminando Zoido, que para dejar un buen sabor de boca rememora “el cambio político” de 1978 que él, recuerda, vivió en la Facultad de Derecho y del que, considera, hay que “aprender”. “Hay que aprender de aquella época, de aquellos políticos que tuvieron que intervenir de forma muy generosa porque lo que consiguieron ellos tenemos que tomarlo como referencia”, señala con nostalgia.
Un Zoido que termina más nostálgico cuando le llega la hora de despedirse de Sevilla, a la que, aunque no quiere incidir en si se agilizarán los asuntos pendientes desde el Gobierno con la ciudad, termina describiendo como una necesidad: “Espero seguiros viéndoos muy pronto porque soy de Sevilla, me siento sevillano y no puedo vivir mucho tiempo fuero de aquí, necesito esto como al aire para poder seguir alimentándome”.