Un policía ha declarado hoy que al acusado de una violación mortal en el Parque de María Luisa de Sevilla le gustaba el "sexo violento", como confirmaron con los vídeos de su ordenador personal, que el hombre intentó borrar y que pudieron rescatar los agentes de informática forense.
El policía ha explicado en el juicio que se sigue en la Audiencia de Sevilla contra Francisco Morillo Suárez, de 46 años y para el que piden la prisión permanente revisable, que en el ordenador había dos tipos de carpetas, una la habitual de los usuarios con vídeos y escenas familiares y otra carpeta que intentó eliminar.
Sin embargo, los policías de informática forense pudieron recuperarlos y confirmaron que al acusado le gustaba ver vídeos de sexo anal "muy violentos", de violaciones múltiples y sadomasoquistas, con mujeres atadas y sometidas.
Ese perfil "encaja totalmente" con lo ocurrido con la chica violada hasta la muerte en el parque de María Luisa, ha subrayado el testigo un día después de que el jefe de homicidios del Cuerpo Nacional de Policía de Sevilla dijera que el acusado le provocó a la víctima unas lesiones "brutales" que no habían visto nunca los policías y forenses encargados del caso.
En la segunda sesión del juicio también han declarado amigos, compañeros de trabajo y familiares de la víctima, una mujer de 31 años que tomó barbitúricos con intención de suicidarse, aunque no le hubieran provocado la muerte, una acción que los psicólogos que han comparecido hoy han coincidido en calificar como "llamada de atención".
Otro testigo ha dicho que es asiduo del parque para mantener relaciones sexuales, y ha afirmado que conocía al acusado desde hacía tres años de verlo en varias ocasiones en la zona, en todas las cuales le pedía tener contacto físico, y ha asegurado que la noche de los hechos lo vio en el parque en su bicicleta.
Varios agentes de la Policía han descartado, como pide la defensa, que hubiera un fallo en la cadena de custodia de las pruebas obtenidas contra el acusado, entre ellas pañuelos con sangre que contenían restos de su ADN y que recogió una limpiadora a pesar de que en principio se creyó que era un suicidio.
Los agentes que la mañana del 24 de febrero de 2016 confirmaron que la mujer había muerto, y cuyo cadáver se encontró en un banco de la glorieta Juanita Reina, leyeron una carta de despedida y concluyeron que se trataba de un suicidio, tras lo cual ordenaron que se "adecentara" el entorno, según la cuadrilla de limpieza del parque.
Una limpiadora, Carmen Moreno, aficionada a la serie de televisión CSI, sin embargo, creyó que los ocho pañuelos y varios "salvaslip" con sangre "eran pruebas" y no se podían tirar, y por eso las guardó en una bolsa independiente, de las usadas "por los chiquillos" para los bocadillos, que a su vez introdujo en una bolsa mayor con más residuos.
"Esto cómo se va a tirar, sin son pruebas", ha exclamado la limpiadora en su declaración como testigo, en la que ha dicho que puso los pañuelos y las pequeñas compresas en una bolsa independiente para que "no se contaminaran".
Uno de los psicólogos que atendió a la víctima una semana antes de morir ha subrayado que aunque se hubiera tomado de una vez las dos cajas de ansiolíticos que le recetó no hubiera muerto, y ha precisado que las pastillas que ingirió no eran analgésicas y que, por tanto, sufrió antes de morir desangrada.
Las amigas y familiares han resaltado que la mujer era tímida, introvertida y que tenía proyectos, como una fiesta con una veintena de personas para el 6 de marzo y una excursión al Camino de Santiago para verano.
También han rechazado que fuera capaz de mantener relaciones sexuales con un hombre que hubiera conocido en ese momento, por su timidez y porque era lesbiana, lo que se contradice con la versión del acusado, quien asegura que las relaciones sexuales que mantuvo con ella fueron consentidas.