No se podían arriesgar a regresar a su país con las manos vacías y tras perder los 3.000 euros que les había costado a cada uno el viaje
Nada más llegar a Lanzarote tras un duro viaje de cuatro días en patera, antes incluso de beber agua, tres jóvenes marroquíes corrieron a enterrar sus pasaportes en un descampado, en mitad de la nada, porque consideraron que así evitarían ser devueltos.
Cuando a principios de abril se subieron al cayuco que salió desde el sur de Marruecos ya lo tenían todo pensado: al arribar a Canarias ocultarían sus pasaportes, que llevaban escrupulosamente plastificados y protegidos, para evitar que la Policía los identificase y los devolviera a su país, de donde se fueron por falta de oportunidades laborales.
No se podían arriesgar a regresar a su país con las manos vacías y tras perder los 3.000 euros que les había costado a cada uno el viaje, explica en una entrevista con Efe su abogada, Loueila Mint El Mamy, en quien confiaron para que fuera a desenterrar sus documentos.
Después de ser trasladados a Tenerife, al centro para inmigrantes de Las Raíces, estos tres jóvenes, quienes por miedo a ser devueltos prefieren permanecer en el anonimato, perdieron la oportunidad de recuperar sus pasaportes, que habían escondido en Lanzarote.
Estos papeles, a los que consideran "su corazón", son el salvoconducto que les permitirá viajar esta semana a la Península para reencontrarse con sus familiares.
Su pérdida hubiera supuesto un fracaso que no les hubiese permitido continuar con su tránsito migratorio, asegura Loueila Mint El Mamy, quien considera que enterrar los pasaportes fue "un mecanismo de supervivencia".
Después de que llevasen ocho días ocultos en una zona descampada, su abogada, siguiendo las indicaciones de los jóvenes a través de una videollamada, los recuperó con el objetivo de ayudarles a solucionar su situación administrativa.
Se encontraban "en mitad de un descampado" de la localidad de Arrieta, en el norte de Lanzarote, y cuidadosamente doblados y colocados debajo de una placa sobre la que hay colocada una señal de tráfico, lo que le permitió encontrarlos con sus propias manos con relativa facilidad.
"Cuando se los enseñé se les iluminó la cara de alegría", afirma la abogada, quien indica que esta "anécdota" refleja el miedo que tienen los inmigrantes a ser devueltos, lo que hace que muchos de ellos viajen sin documentación.
"El pasaporte es su corazón y la solución a todos sus problemas aquí", manifiesta Loueila Mint El Mamy, quien ya les ha entregado su documentación para que puedan viajar sin problemas a la Península.
Con los pasaportes en las manos, ya sin plastificar aunque algo deteriorados tras ser escondidos varios centímetros bajo tierra, confían en que podrán irse en los próximos días del campamento de Las Raíces.
"Insahallah", agregan estos tres jóvenes marroquíes, quienes esperan que haya merecido poner en riesgo su vida y también sus "corazones", sus pasaportes, en el viaje a Canarias.