El alcalde descubrió la Placa en bronce y se refirió al contenido exacto de la misma, que reza: En 1933 el poeta Luis Cernuda visitó Torremolinos hospedándose en el Castillo de Santa Clara durante una temporada, la cual le permitió conocer Torremolinos, sus gentes y sus lugares.
Todo ello le inspiró para crear un poema sobre el Cementerio de San Miguel: ‘Elegía Anticipada’, que se publicó en 1947 dentro de su libro ‘Como quien espera el alba’", recogiendo a continuación el referido poema, que es el siguiente:
‘Elegía anticipada’
Por la costa del sur, sobre una roca
Alta junto al mar, el cementerio
Aquel descansa en codiciable olvido
Y el agua arrulla el sueño del pasado
Desde el dintel, cerrado entre los muros,
Huerto parecería, si no fuese
Por las losas, posadas en la hierba
Como un poco de nieve que no oprime.
Hay troncos a que asisten fuerza y gracia,
Y entre el aire y las hojas buscan nido
Pájaros a la sombra de la muerte;
Hay paz contemplativa, calma entera.
Si el deseo de alguien, que en el tiempo
Dócil no halló la vida a sus deseos,
Puede cumplirse luego, tras la muerte,
Quieres estar allá solo y tranquilo.
Ardido el cuerpo, luego lo que es aire
Al aire vaya, y a la tierra el polvo,
Por obra del afecto a un amigo,
Si un amigo tuviste entre los hombres.
Y no es el silencio solamente,
La quietud del lugar, quien así lleva
Tu memoria hacia allá, mas la conciencia
De que tu vida allí tuvo su cima.
Fue en la estación cuando la mar y el cielo
Dan una misma luz, la flor es fruto,
Y el destino tan pleno que parece
Cosa dulce adentrarse por la muerte.
Entonces el amor único quiso
En cuerpo amanecido sonreírte,
Esbelto y rubio como espiga al viento.
Tú mirabas tu dicha sin creerla.
Cuando su cetro el día pasa luego
A su amada noche, aún más hermosa
Parece aquella tierra; un dios acaso
Vela en eternidad sobre su sueño.
Entre las hojas fuisteis, descuidados
De una presencia intrusa, y ciegamente
Un labio hallaba en otro ese embeleso
Hijo de la sonrisa y del suspiro.
Al alba el mar pulía vuestros cuerpos,
Puros aún, como de piedra oscura;
La música a la noche acariciaba
Vuestras almas debajo de aquel chopo.
No fue breve esa dicha. ¿Quién pretende
Que la dicha se mida por el tiempo?
Libres vosotros del espacio humano,
Del tiempo quebrantásteis las prisiones.
EL recuerdo por eso vuelve hoy
Al cementerio aquel, al mar, la roca
En la costa del sur: el hombre quiere
Caer donde el amor fue suyo un día.
Reseña biográfica de Luis Cernuda
Luís Cernuda Bidón nació en Sevilla el 21 de septiembre de 1902. Hijo de padre militar, se educó en un ambiente de rígidos principios y ya desde pequeño se enfrentó a un choque entre unos valores familiares muy estrictos y la propia personalidad tímida y retraída del poeta, que tiene quizás uno de sus más genuinos testimonios en el poema "La familia", del El poema "La familia" del libro Como quien espera el alba.
En esos primeros años marcados por la soledad descubrió la literatura de la mano de Bécquer, autor con el que su poesía presenta importantes contactos, tanto en sus primeros versos (Perfil del aire) como en otros libros posteriores
(no debemos pasar por alto que el título del libro Donde habite el olvido está sacado de un verso de Bécquer).
En 1919 comenzó los estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla. Allí conoció a Pedro Salinas, que fue su profesor e introductor serio en la literatura. En estos años descubrió también a un autor francés que le influiría poderosamente, Andre Gide, y en el que encontraría el poeta sevillano un paralelo de sí mismo.
En 1923 dejó la Universidad para el servicio militar e ingresó en el regimiento de Caballería de Sevilla y en 1924 prosiguió la carrera, que culminaría en 1926.
Asistió a los actos celebrados con motivo del tercer centenario de la muerte de Góngora, pero solo como oyente, aunque ya había conocido a varios miembros de lo que sería denominado después "Generación del 27".
En 1928 Salinas lo ayudó a conseguir una plaza como lector de español en la Universidad de Toulouse. Allí comenzó a redactar los poemas de lo que sería su libro Un río, un amor, inspirado directamente en la música de jazz y blues (el poema "Quisiera estar solo en el sur" alude directamente a ella) y en el cine. Se mudó a Madrid en 1929, donde trabajó en la librería de León Sánchez Cuesta y se enamoró de un tal Serafín que no le hizo ningún caso. A este amor corresponden los libros Donde habite el olvido y Los placeres prohibidos. Nunca negó su condición homosexual, factor por el que fue considerado siempre un rebelde, dada la mentalidad cerril y poco abierta de la España de Posguerra, "un país donde todo nace muerto, vive muerto y muere muerto", como diría en Desolación de la Quimera. Aspecto también que le otorgó siempre un grado de marginalidad, "como naipe cuya baraja se ha perdido", una de sus frases más conocidas.
Al proclamarse la República, la recibió con ilusión, y siempre se mostró dispuesto a colaborar con todo lo que fuera buscar una España más tolerante, liberal y culta. Como ejemplo de esto último destacó su participación en la Misiones Pedagógicas y Culturales que organizó el gobierno de la II República desde 1934.
Estos años fueron también de compromiso y acción política: Cernuda se afilió al Partido Comunista por breve espacio de tiempo y colaboró en revistas de marcado carácter izquierdista, como El Heraldo o la revista Octubre, fundada por Rafael Alberti. Pero los primeros años treinta fueron también los del descubrimiento por parte de Cernuda de la obra de los poetas románticos alemanes (Novalis, Heine, Hölderlin), así como el inicio de su faceta de traductor. Durante la Guerra Civil participó activamente desde las trincheras culturales organizando actividades de todo tipo, como fue la fundación de la revista Hora de España, o la participación en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas realizado en Valencia.
En 1938 viajó al Reino Unido, donde trabajó de lector de español en la Universidad de Glasgow, la Universidad de Cambridge y el Instituto Español de Londres, pasando los veranos en Oxford en compañía del pintor Gregorio Prieto. Ya no volvería más a España. Allí profundizaría en la lectura de los clásicos ingleses y descubrió la obra de autores que le influyeron poderosamente, caso de T.S. Elliot.
En 1947, gracias a la mediación de su amiga Concha de Albornoz, consiguió una plaza de profesor en la universidad norteamericana de Mount Holyoke, y logró por fin la ansiada estabilidad económica, en la que permaneció hasta 1952, año en el que pasó a México, donde se enamoró de un culturista, a quien están dedicados los Poemas para un cuerpo.
Murió el 5 de noviembre de 1963 en la Ciudad de México y fue enterrado pocos días después en la sección española del Panteón Jardín.