La confrontación, casi ancestral entre los partidos de izquierda, se viene repitiendo y el fraccionamiento de un mítico bloque de “progreso” parece una enfermedad endémica e incurable, políticamente hablando. Sin embargo, las “derechas” tienden a la unidad, a la coalición, en función de la clase socio-económica que detenta el poder real en países llamados “democráticos”. Así llamados, porque se desarrollan elecciones cada x años. Una parte de la sociedad, mayor o menor según cada caso, puede elegir a sus “representantes”, aunque estos, en numerosísimas ocasiones, se comporten como dictadores eventuales. Sólo en una ocasión histórica en España los partidos de izquierda se agruparon en torno a una fórmula de coalición denominada Frente Popular. Corría el año 1936 y el signo de los tiempos se adornaba con simbología fascista o nazi en Europa. Las gentes de izquierda, incluidos los anarcosindicalistas de la CNT, aprendieron cuando dos años antes, 1934, las derechas alcanzaban el poder mediante la coalición denominada CEDA (Coalición Española de Derechas Autónomas). Eran tiempos difíciles. ¿Ahora no lo son? Posiblemente cada generación haya vivido tiempos poco afortunados. Algunas de ellas soportaron tiempos atroces, violentamente trágicos. Las que los vivieron, o sobrevivieron, mejor dicho; nuestros mayores, nos advierten sobre la urgencia de evitar que esos nefastos días vuelvan. Hay que estar atentos para que las condiciones materiales en las que las gentes vivan sean dignas, porque ese es el mejor antídoto contra la debacle. Ya que solo la justicia social garantiza la paz. Posiblemente derechas e izquierdas, aunque ambos conceptos sean entelequias, coincidan al menos de “boquilla” en la convivencia pacífica. Las derechas alimentan un modelo social y económico que dice pretender la justicia social mediante el aumento de los beneficios de las grandes fortunas. ¿Contradictorio? ¡Sin duda! No obstante, una parte de su discurso, enmascara esta finalidad con las llamadas al “orden” y al “libre mercado”, generando empobrecimiento a su paso. Nunca la libertad de unos pocos puede soportarse en la esclavitud de muchos. Garantizar la Libertad para todas las personas, en el más amplio sentido del concepto, impediría la acumulación de riquezas de unos pocos. Y evidentemente esos pocos no están por la labor de repartir lo acumulado injustamente y por ello se aprestan a manejar los juegos electorales para desde el poder político evitarlo a toda costa. Tampoco las izquierdas han estado acertadas en desarrollar modelos que garanticen esta libertad con mayúsculas y de ahí la incertidumbre de más de una persona a la hora de votar. Más allá de los enormes déficits que representa el actual modelo electoral, que más que garantizar el ejercicio de la voluntad popular la secuestra cada 4 años, en la nueva cita de 2023 hay más que indicios de que las izquierdas no han superado la tentación de ir por separado. No hace falta ser adivino para advertir el enorme error que ello supondría. Todo parece apuntar a un triunfo de las “derechas”, a pesar de que están divididas, pero menos.
Una fórmula de coalición electoral de las denominadas izquierdas permitiría despejar las dudas sobre su triunfo electoral, que podría ser rotundo. Esta fórmula tendría que denominarse de alguna forma y esta claro que aquello de “Frente Popular” no parece adecuado, por lo de “popular” y las connotaciones históricas del golpe militar de 1936, diseñado nada más proclamarse el triunfo electoral de las izquierdas. Se llame como se llame, la coalición de izquierdas permitiría, a quien desea votar “izquierdas”, elegir una sola papeleta y, ¡que enorme ventaja eso supondría! La persona votante de izquierdas, mejor dicho, la que no desea votar a la “derecha”, lo tendría muy claro. En un parlamento, estatal o autonómico, o en un ayuntamiento, la coalición progresista, pretendería dar respuestas a los asuntos que verdaderamente importan a la ciudadanía, desde una perspectiva de “izquierda”. Esta coalición electoral de partidos de izquierda debe presentar a la ciudadanía algunas propuestas comunes que conectan con el verdadero interés de la ciudadanía, sin tener que renunciar a las específicas de cada cual. Lo específico de cada partido será el contenido a debatir en la vía parlamentaria después de las elecciones. En esta España de 2022, en el espacio que se autodenomina de izquierdas, unos partidos tienen más que decir que otros para promover esta iniciativa. La principal fuerza política sería el PSOE que, junto a su socio en el Gobierno Unidas-Podemos, tendrían la responsabilidad histórica de facilitar la confluencia de las otras iniciativas de “izquierdas” con cierta representación, como Más Madrid, Adelante, Sumar, Comuns, Bloques, Mareas etc… De suerte que a meses vista de la cita electoral habría tiempo para consensuar los grandes temas a abordar en la próxima legislatura, sabiendo que cada nueva ley que se promulgue dará una mejor respuesta a los retos del presente, porque de no llegar a ello, con un panorama de gobierno de “derechas” puro y duro, el retroceso en derechos sociales sería inevitable.
Casi todas las organizaciones de izquierda enuncian tres denominadores comunes: Que los servicios públicos (sanidad, educación, dependencia…) deben garantizarse e incluso mejorarse. Que de una forma u otra los niveles adquisitivos (salarios, pensiones,…) de toda la población deben ser suficientes para garantizar vivir dignamente. Que hay que repartir trabajo y riqueza. Y si las disensiones residen en cómo llevar a cabo estas metas ¿Por qué no garantizar mediante una colación electoral que el debate parlamentario o en plenos municipales, se desarrolle siempre desde perspectivas de izquierdas? Al final los debates se centrarían, no tanto en el contenido, sino en la forma de abordarlo. Porque de no coaligarse el panorama es la imposibilidad alguna de debate, ya que las “derechas” decidirán unilateralmente, sobre todo. Parece de inteligente y generoso quedarse con “algo” ante la perversa dialéctica del “Todo o la Nada”.
Fdo. Rafael Fenoy