Punta Umbría
Fatih Akin: ?El cine y la cocina tienen muchos elementos en común?
Tras convertirse gracias a Contra la pared o Al otro lado en el principal representante de lo multicultural del cine europeo, el director turcoalemán Fatih Akin se confiesa ?harto de la tragedia? y estrena esta semana la comedia Soul Kitchen, sin duda, harina de otro costal.
Según explica en una entrevista con Efe en Madrid, este cineasta encuentra que “el cine y la comedia tienen muchos elementos en común”, y desarrolla su teoría en el restaurante hamburgués en el que encierra a una peculiar galería de personajes.
“El propietario es el productor, el chef el director, los camareros los técnicos y el cliente el público. En vez de hacer un 8 y 1/2 como Fellini, sobre el proceso de filmación de una película, preferí hacer mi película en un restaurante”.
Efectivamente, Akin se encontraba, como el realizador italiano, en una crisis de creatividad. Imaginación no le faltaba, pero le sobraba drama. Y así, aunque Contra la pared –Oso de Oro en Berlín– y Al otro lado –premio al guión en Cannes– eran primer y segundo plato de su trilogía, el postre debía esperar.
“Me estaba oscureciendo a mí mismo con tanta tragedia, creo que cada diez años necesitaré hacer una comedia”, explica el director, quien entonces decidió recuperar Soul Kitchen, un guión que tenía escrito desde hacía años y que había aparcado por miedo a romper una trayectoria marcada por la gravedad.
En el filme, Akin hila su fábula en torno a un griego llamado Zinos Kazantzakis –en homenaje a Nikos Kazantzakis, uno de los escritores favoritos de Akin–, un cocinero de medio pelo cuya novia se acaba de ir a vivir a China y cuyo hermano ha salido recientemente de la cárcel.
Los cambios no acaban ahí: también ficha para su local al visceral cocinero de uno de los mejores restaurantes de Hamburgo, que renovará su menú de comida rápida y optimizará esos mismos ingredientes hasta ofrecer platos de alta cocina.
“En el cine también sucede lo mismo. Con ingredientes baratos puedes hacer una obra maestra como Celebración, de Thomas Vinterberg, y con otros muchos más caros puedes hacer una mala película como... bueno, no quiero criticar a ningún colega”, dice.
Como el restaurante, la película también juega con los mismos –y baratos– productos que el director ha amasado a lo largo de su carrera. No falta ninguna de sus señas de identidad: mosaico cultural, sentido musical exquisito –Akin se convierte en DJ Superdjango es sus ratos libres– y una cámara vibrante.
Sólo cambia el aliño. “Al final, la comedia me ha parecido un género muy complicado y, de hecho, ésta ha sido la película que más me ha costado hacer. Con el drama tu cámara se convierte en un testimonio casi documental que se deja llevar. En el humor tienes que dominar todos los elementos como si fuera un combate de boxeo”, asegura.
El premio especial del jurado en el pasado Festival de Venecia demuestra que este cambio de registro le ha sentado bien a Akin y que su prestigio internacional permanece intacto. Ahora sí, volverá a poner el broche a su proyecto central.
“Estoy listo para más dolor” exclama. Amor, muerte y demonio eran los bloques del tríptico y ya sólo queda por rodar el último. “El demonio de nuestra sociedad es el miedo, y ese va a ser el tema de mi nueva película. Creo que el miedo es la peor parte del ser humano y ya estoy escribiendo el guión”, asegura.
No faltarán personajes de distintas razas. “Pero para mí es algo automático. La multiculturalidad es algo tan normal para mí que no pongo peso en ella. No hay mensaje, no estoy hablando de tolerancia”, asegura.
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