Siempre pensé que los hombres de Dios predicaban la palabra de Jesucristo por el perdón de los pecadores. Sin embargo, en ocasiones, rompen esa máxima para señalar públicamente conductas que no les gustan. Es el caso del ínclito obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, muy aficionado a lanzar proclamas o dictados morales a quien se aparta de su pensamiento. Su última aparición ha sido para asumir abiertamente todo el argumentario del PP y Vox y criticar con dureza el acuerdo PSOE – Junts sobre la amnistía que allana la investidura de Pedro Sánchez.
Casi calcando palabra por palabra los mensajes de las últimas semanas de la derecha y la extrema derecha, el prelado cordobés acusa a Pedro Sánchez de “poner en peligro la unidad de España” y de “jugar con la paz de la nación por intereses particulares”. El obispo se pregunta “porqué romper ahora” esta unidad. Y señala que “las actualizaciones históricas deben hacerse en el marco de la Constitución”.
Evidentemente, Andalucía no puede abstraerse del complejo panorama político nacional y quien quiera está en su derecho -faltaría más- de criticar la amnistía y el cambio de opinión del presidente del Gobierno en funciones para seguir en el poder. Ahora bien, lo que chirria es ver a los servidores de Dios usar el púlpito, no para oficiar misa, sino para intentar influir políticamente a la comunidad cristiana a la que se debe, olvidando que hay creyentes de todas las ideologías.
Esta carta pastoral de Fernández -muy dado a estas andanzas verbales- se suma al mensaje del Obispo de Huelva días atrás firmando otra carta pastoral posicionándose sobre la investidura bajo el título 'Valoración moral del nacionalismo' en la que avisa del “peligro que representan (los nacionalistas) para la convivencia como demuestra la tensa situación que estamos viviendo”.
Estos obispos deberían saber que lo que realmente es peligroso es el caldo de cultivo, casi de no retorno para la convivencia, que están alimentado algunos con sus hipérboles, sus insultos, sus descalificaciones, sus vaticinios apocalípticos y sus llamadas a ocupar la calle o manifestarse frente a las sedes de partidos políticos o instituciones. Y a esta corriente diabólica se suma la Iglesia Católica o, mejor dicho, la cúpula eclesiástica que debería saber que el dicho ‘Con la Iglesia hemos topado’ cada día causa menos respeto, el que pierden a borbotones con cada carta pastoral en la que intentan adoctrinar políticamente.