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Raúl Argemí ofrece una metáfora del ?corralito? en su última novela
El escritor argentino afincado en Barcelona Raúl Argemí, una de las principales voces de la novela negra hispánica, ofrece en su más reciente obra, La última caravana, una metáfora del corralito, porque, ha dicho, ?la ficción es el mejor vehículo para explicar la situación social?.
El argentino publica su trabajo ?La última caravana?
El argentino aficando en Barcelona es una de las principales voces de la novela negra hispánica
Asegura que ?la ficción es el mejor vehículo para explicar la situación social?
En una entrevista concedida a Efe, Argemí ha revelado que La última caravana (Edebé) es una novela que comenzó hace quince años por lo personajes, pero la historia cristalizó “cuando el gobierno argentino decretó por la crisis que el peso valía igual que el dólar, lo que demostró que la economía es una ficción absoluta, que funciona mientras creas en ella”.
De hecho, en Argentina esa ficción, recuerda Argemí, funcionó durante un tiempo generando “un ambiente de locura, en el que la gente vivía por encima de sus posibilidades” y que concluyó con “el cierre de todos los bancos y si los bancos cierran, no te queda nada, Dios se fue a hacer la siesta”.
Con ese material narrativo, Argemí construyó una novela coral, “una historia muy convulsa”, en la que participan ex presos políticos –como él mismo–, prostitutas, cantantes de coro y ancianos jubilados”. En la trama aparece además un “absurdo” partido político que reivindica “sólo dos de las tres banderas de la Revolución Francesa, la libertad y la fraternidad, dejando de lado la igualdad”.
Frente a la opción de escribir un ensayo, el autor argentino tiene claro que “la ficción es el mejor vehículo para explicar toda esa situación social, mucho mejor que si te la explica un sociólogo o un economista, que ponen a la defensiva al lector, porque cree que le están mintiendo”.
El marco en el que Argemí sitúa la historia es la Patagonia, una geografía a la que el escritor vuelve a menudo en su obra: “Todas las ciudades patagónicas son como islas en medio de esa inmensidad solitaria, pobladas con un alto porcentaje de inmigrantes, internos y europeos”.
Con ese caldo de cultivo, resultaba fácil para Argemí presentar “personajes con capacidad para crear cosas y para ilusionarse”.
La última caravana discurre además en la ciudad donde él mismo vivió, General Roca, o su seudónimo más o menos aceptado de Fiske Menuko.
Puestos a calificar su novela, Argemí cree que “se acerca mucho a lo que los anglosajones denominan fantasy, pues ofrece una mirada de la realidad, pero no con el espejo del realismo, sino con un espejo deformado”.
El autor asegura que “no hay nada que no haya salido de la realidad”, incluso elementos como los “santos populares”, que pueden parecen realismo mágico, pero que “en realidad existen en Argentina”.
En última instancia, Argemí ve su obra como “una novela desgenerada, sin género, pero por la forma en que transforma la realidad sería más un fantasy, por la manera en que adopta un punto de vista alterado para ver esa realidad, que no una novela de fantasía”.
Al contrario que en su novela anterior Patagonia Chu Chu, que era “una novela muy densa y dura, porque la historia lo pedía así”, la lectura de La última caravana resulta, en su opinión, más agradable al lector, aunque se narre una historia trágica.
De hecho, Argemí detecta paralelismos entre su última novela y el estilo de la película El verdugo de Berlanga, “sin duda el mejor director italiano del cine español” en relación al uso del humor.
La última caravana se ha convertido además en la primera novela de Argemí que se publica también en Argentina, donde tenía muchos lectores de su obra, comenta.
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