Los directivos deben ser gestores de anomalías y saber lidiar con situaciones y cambios no previstos. Aunque deben tratar de provocar los cambios que interesan a sus organizaciones, hay muchas cosas que pueden escapar a su control, tanto internamente como, sobre todo, en el entorno. Eventos imprevistos o problemas ignorados durante demasiado tiempo pueden generar situaciones de crisis en las que los directivos deben actuar. Aunque otras veces esos eventos críticos son consecuencia de malas decisiones. Viendo los últimos sucesos, lo lógico sería haber pensado que, si se eliminan presas o se abren sin avisar, las crecidas en los ríos podrían provocar graves inundaciones, y que si se construye en zonas inundables pueden ocurrir tragedias. Que un evento sea poco frecuente no elimina la posibilidad de que suceda. Solo hace falta una ocasión para mostrar las consecuencias de las malas decisiones.
Con la justificación de aportarnos seguridad, cada vez hacen falta más autorizaciones administrativas, trámites y burocracia. Cada vez hay más normas que cumplir, más directivos entre los que diluir responsabilidades. Más administraciones competentes que se vuelven incompetentes para coordinarse cuando surgen problemas. La división del trabajo y la descentralización en la toma de decisiones pueden aportar mayor eficiencia y eficacia, aunque hay que valorar en qué medida hacerlo para no dificultar la coordinación. En situaciones estables solo es cuestión de seguir la planificación, pero cuando surge alguna emergencia es más eficaz centralizar la toma de decisiones, tener una visión lo más general posible de la situación, y autoridad suficiente para decidir lo más adecuado y emplear todos los recursos necesarios.
Los últimos eventos están demostrando que cualquiera no vale para ser directivo. Para inauguraciones y representaciones quizás sí, pero para asumir responsabilidades y dar un paso al frente cuando las cosas se ponen difíciles hace falta tener valentía y coraje. Para culpar a otros de lo que uno hace mal o deja de hacer, basta con carecer de ética. Para hacer lo planificado vale alguien con conocimientos técnicos, pero para enfrentar lo imprevisto hacen falta líderes, directivos que tengan capacidad para dar respuesta a los problemas con los medios a su alcance, y que sepan movilizar los que no dependan de ellos. Los directivos deben tener capacidad para gestionar situaciones complejas, para reaccionar rápidamente, tomar decisiones bajo presión y tratar de minimizar el impacto negativo de las situaciones de crisis. Cuando en cualquier organización las personas sin autoridad tienen más iniciativa y son más resolutivas que los que les mandan, esos directivos sobran.