BAR LA PLAZUELA: “Soy de La Plazuela, gitanito y bueno, yo me gano la vía cantando flamenco”.
LA ALBOREÁ.
Amanezco con las goteras de la habitación. Cloc, plop o plom. Algo así retumba en mi cabeza una y otra vez. No ha parado de caer en toda la noche. Y la letra de estos tangos de José Carpio Mijita me acompaña en mi despertar y me da bríos.
Pronto me convierto en el habitual león enjaulado. Sin hacer ruido, gracias a las almohadillas de mis patas felinas, no paro de dar vueltas por la habitación. Por lo tanto, no tengo más remedio que acercarme a desayunar, que ya rujo. ¿O es mi estómago?
No lo dudo y enfiló en la mañana fresca y limpia con rumbo fijo. Paso por delante de Lola otra vez y la saludo. Es una alegría verla, seductora, en un altar de la calle Ramón de Cala, en el barrio de San Miguel.
LA PAQUERA EN LA PLAZUELA DE LA YEDRA.
La Plazuela de la Yedra acoge con los brazos abiertos desde su altozano. La Paquera de Jerez da su beneplácito. Con su cante acompaña cada palpitación de este lugar de encuentro. La Plazuela. Bar de barrio. Escenario de cine, flamenco. Yo, un colacao. Todo lo que me rodea huele a sabores del Jerez jondo. Cada foto habla de un momento intenso, o de un personaje de la barriada.
Un cartel de caracoles me enciende las ganas y pregunto sabiendo que no es pa na. Sólo por impaciencia.¿Hay ya caracoles? Todos los años me pasa igual. Febrero, marzo… por favor, que llegue la temporá.
Juan, el hombre que gobierna en su bar, con permiso de su mujer, María, me pone al día. Hasta mayo no hay nada que hacer. Hasta que el pasto esté seco. Los de criaderos no amargan. “Estos tienen amargor porque me los coge la gente por el campo”. Se los trae gente del barrio y ya Juan sabe cómo llevarlos al sabor que engancha.
La razón, como para casi todas las cosas buenas, es tratar bien a quien se lo merece. Juan y los caracoles se llevan bien. "Los ayuno bien. Les echo harina. Hay mucho verde. Bien criaos están. Hace falta el sol pa que se seque la cáscara. Si no están blandos".
LA REUNIÓN DEL DÍA DE LAS MUJERES.
Van entrando mujeres a desayunar. Una a una, arrejuntándose. Celebran encontrarse, renovar la amistad alegre, cada mañana, con cada cafelito y cada tostá.
Recuerda una con un grito, con tono de festejo, que hoy es el día de las mujeres.Juan lanza con sorna "Pues nada, irse al campo a celebrarlo, a coger cabrillas".
Cada una entra con su can. "Hoy es el día de los perros", añade Juan. También. Se hacen querer.
Una, que le ríe la gracia, pero que va a lo suyo, continúa: "Tenemos que hacer la camparta". Yo no puedo dejar escapar las caras del matrimonio que lleva el bar. ¡Las caras, por favor, las caras...! Mueca socarrona de ella, cara burlona y paciente de él.
La Plazuela es un lugar de encuentro. Ciento cinco años de vida y tan fresco como una lechuga. Como el primer día. La gente viene porque sabe que hay que ir. ¿Es que no vas a venir? ¿por qué? No paran de entrar vecinos del barrio. Pasen, pasen y vean, que al fondo siempre hay un rincón pa ti.
"Cafelito, que hace mucho frío". Otro pide chapita güisqui, en copita. Trago y a seguir. Otro elige tostadas con aceite, con tomate y con jamón y otro café. Otra la pide con zurrapa blanca. "Una copita anís... Luego te lo pago. Si puede ser, eh”. AQUÍ NO SE FÍA, pone un cartel.
Barbas abundantes,de luna. Están de moda, fijo. También los pelos repeinados hacia atrás y las coletas. Hombres y mujeres lucen palmito en las mañanas grises y en las mañanas claras.
Las mujeres siguen formando su mesa redonda: "Ponte ahí... que va a vení la Sharo"."¿Qué queréis? ¿afuera o adentro?". “Dentro. Claro, shosho. Aquí mejor, que hace mucho frío. Y hacemos el Aquí no hay quien viva. Sólo farta la Sharo". La Charo se hace esperar y todas desean que llegue.
Yo creo que eso de dentro o fuera no tiene sentido, pero hay gente pa to. Y gente que, con lluvia y fresco, se busca el lugarcito fuera, bajo el toldo. Qué malo es el fumar.
Entra un parroquiano. Fernando se llama. Como no queda hueco se sienta con las mujeres.Juan le pincha: "Hoy estás bien rodeao. Cada vez las tienes más cerca"."Y yo qué estoy deseando irme", repone él. Se nota que sabe que tiene que decir eso. Pero que bien cierto es que está a gusto con la charla guasona y divertida de las mujeres.
Sigue llegando personal. La lluvia imprime un poco de prisa en la gente que, en cuanto se aposenta, ya sabe que está en casa y que correr es pa na.
“Esta noche ha estao diluviando”, afirma una.“Aunque más ha sido la levantera. Agua no ha habío, pero viento...". Será que cada una ha vivido su noche.
Llega la Charo con su remolina. Ocupa su silla. Pide el desayuno y, rápida, se levanta. "Me voy a sentar aquí, con su permiso". No quiere perderse ni una y toma lugar en una esquina con más perspectiva. "Es que yo no veo a nadie desde ahí... ¿Ves? Desde aquí veo a este mushasho. Veo a Juan, veo a toh".
Tele, risas, maquina café. La panorámica del bar es la de un bar de barrio, o de pueblo. No puede faltar Canal Sur en la tele. "EnREDa2" están echando. Nadie le echa cuenta y eso que menuda están formando. Yo lo veo un programa muy raro, con mucho colorido, acción, pero poco sentido. Eso es que estoy a lo que estoy.
Se vuelven a acordar del 8M y gritan. "¡Vivan las mujeres!, ¡viva mi barrio! Y vivan los hombres… que no somos enemigos". Y se vuelven hacia Juan, con la sonrisita. Por si acaso hay dudas.
Fernando, con el rostro impertérrito afirma categórico: "Valiente desayuno me están dando. Yo que siempre vengo sólo"."Encima que te dejamos... pues es lo que hay. Estamos para ir a Gran hermano. Ya la Isla de las tentaciones...". Hoy ellas están de guerra y esta frase es toda una declaración de intenciones. "¿Hoy sólo?", parece que dice con su gesto Juan, muy atento a todo, con la barbilla apoyada en el dorso de la mano.
Fernando sigue con sus frases pa buscar bulla con sus vecinas. "Una mujer así y la dejo". "A mí no me pueden dejar. Por la cuenta que le tiene", se troncha una morena."Yo no sé cómo aguantan...". Más risas y palmas.
"Ahí está la tentación" suelta Juan, señalando con el gesto de su cabeza a Fernando. Juan no pierde el hilo ni la ocasión para prender la chispa."¡Que me voy, eh!", vuelve a falsear Fernando. Serio, pero se puede afirmar que riéndose por dentro.
Del programa de moda están al día y sobre un tal Montoya de Utrera y esos asuntos tienen su propia opinión formada. "Tiene cuernos, pero es muy buena gente... Eso lo hacen todo así porque está preparado".
Por retomar El Tema y tirar de la lengua, Juan vuelve a la carga. "Así que hoy es el día de las Marías...".Feliz día de la mujer, desde el otro lado de la barrera.
HAY HOMBRES Y HOMBRES.
Pero ahora ya están en otra. Ellas se acuerdan de un vecino que anda estropeado y sin remedio."Cogen refugio donde ven que les dan. Pero ya no está ni pa contar chistes”. “Está como perdío"."Ya tiene 57 años". "Yo no sé cómo duran tanto con lo que se meten todos los días"."Y es que se le nota...”“Y al que no se le nota... pero lleva lo suyo". Como que es incomprensible."Y fumando. Hasta en el color se le nota. Como morao anda"."Está morao... Lo que pasa es que la barba le tapa"."Es que él quiere esa vida pues esa vida tiene. Vive su mundo".
"Seguro que vive más que nosotros". Este es otra controversia que desconcierta. Porque “la vida, que es muy injusta y una anda cuidándose y, a saber, en cualquier momento…”. Todos estamos en el bombo. En un instante dado se para y sale una bolita. Y a veces no hace falta ser la que tiene más papeletas para la rifa.
Claro que no todo el mundo vive en su mundo. Hay de todo. Ahora sacan a la palestra a otro, sin decir nombres. De por ahí cerca, pero no del barrio. No quieren concretar. "Está como fuera de sí. Un hombre que siempre ha sido malo. Un cabrón. Bebía. Le pegaba a la mujer". Por la peña se le veía. Ya no.
En un escorzo de la conversación enfilan por otro derrotero más liviano. Se las ve que tienen garbo, salero, aje, arte. Y fuerza. Mucha fuerza.
HASTA MAÑANA O HASTA DENTRO DE NA.
Por hoy se van despidiendo.“María, cuando hagas la carne de toro nos avisas”."Hay que coger unos cuantos toros de La Plazuela y cortarlos a trocitos..." (hace gesto, con la mano a modo de cuchillo de carnicera). "Lo primero el rabo". Festival de flamenco por Jerez y de risas por La Plazuela. En esta mañana fresca, aquí, en directo.
Se largan las mujeres. Hoy paga la Charo. "Ahora nos tomamos otros cafelitos y los pago yo". Así que aquí no acaba la cosa. Agarran sus cosas, sus perros, se largan. Estoy por unirme, por decir que yo también quiero otro café. Qué se le va a hacer. Me perderé la fiesta que llevan dentro. Me quedo y me pido un menta poleo. Un poco triste, pero tiene su qué. Lo de tomármelo lo heredé de mi abuelita Luisa.
En un no parar, ahora entran unos guiris con buen rollo. Se nota que son de confianza. No vienen de nuevas. "Un café con leche con amor”, piden. Juan les da la réplica: "aquí está, café con leche con agrado".
La situación es para no perdérsela y saborear el contraste entre el acento alemán, duro, recio, con la dulzura del jerezano. Pero aquí es fácil entenderse. Con Juan y María todos estamos como en casa. Y sí, es un lugar común esta frase. Y sí, es una verdad como un templo.
Muchas gracias, Juan. "Adió, pishita". Uno se marcha, otro llega y María y Juan andan con la intendencia del mediodía. "¿Las bailaoras vienen a comer?"."Sí. A la 1 y media, María, ¿no ve que tienen que bailar?".
Yo también tengo que seguir la ruta. Atiendo una extraña llamada perdida."Es que mi hija vive en el campo y como no me ha llamao, no vaya a se que se h'arriao... Es que el número empieza como el de usté. Perdóneme...".Con mucho apuro se me despide. Me quedo con el nudo en el estómago. Como están las cosas… espero que su hija esté muy bien. Ya nunca lo sabré. A mí también me da apuro llamarla.
SEGUNDO ACTO EN LA PLAZUELA.
Mismos personajes. Misma localización. Mesa junto a la barra. Aquí la existencia transcurre en pocos metros cuadrados. Todo está muy junto. Sobre todo, la parroquia. Por la puerta entra alguien. Por la puerta sale alguien. En el taburete junto a la barra se sienta uno. Una pareja de despistados mira todo con atención desde la mesa alta. Desayunos copiosos están a punto de hacer su entrada triunfal.
Cada nueva mañana trae una plática nueva. Cada día con sus afanes y estos de hoy son, para mí, bastante inesperados.
NO HAY MÁS AMOR MÁS SINCERO QUE EL AMOR POR LA COMIDA (George Bernard Shaw 1903).
La repostería es un tema crucial. El azuquita bueno, que eleva la presión. María, la parroquiana, por lo que lo celebran los comentarios, es muy buena haciendo bizcochos. María, la del bar, es su más fiel valedora. Mientras remueve su café con leche en vaso de cristal de Danone, argumenta a favor de su tocaya. Fernando muestra interés. Son de zanahoria o de calabaza, con nueces, pasas, queso de Filadelfia. Fernando reacciona con incredulidad, dando un respingo con la voz. Al final las mujeres medio le convencen de que sí, de que son canela fina… los bizcochos.
Otro que anda por ahí mete cizaña con desenvoltura. “Invítale, María… a comer conejo. Cada vez que voy pa´llá… ¡conejo!”.
Si te digo que ahora el asunto va de rituales cristianos me dirás que esa no te la veías venir. Empieza él. “¿Tú no bendices la mesa?”. Prosigue ella. “Sí, claro, todos los días”. “Es que yo tenía una pareja que bendecía la mesa”. “Joé, qué te acuerdas tú de tus parejas. Cállate ya con las parejas. Deja a las parejas tranquilas”. “Yo tenía una pareja que antes de comer venga, a bendecirla”. “Bueno, eso está bonito, eso no está mal”. “Sí, bonito, bonito. Cuando se tiene hambre…”. Juan interpela. “Por lo menos darle las gracias a Dios”. Ella: “a Dios por todo, por todo. Por respirar y to hay que darle las gracias a Dios”. “Un día se me orvidó, oooh, me miró con una cara… a partir de ahí creo yo que la relación…”. “Yaaaa…”. “… Se vino pa´trá”. “Yaaaa, oi, oi, oi, oi…”.
El parroquiano mira por el negocio, como si lo fuera a heredar, y está al liquindoi (1) de los consumos de su compañera ocasional de mesa. “¿Esto qué eee? Con esta mujé no ganamos nosotros dinero para mantequilla, eh”. “Porque esto es una boooina”. María, la jefa, intercede por su tocaya: “no, porque ella es María, si no fuera María…”. “Ahí, ahí”.
“Ya ha escampao”. Pero dentro de La Plazuela siempre llueve y refresca… llueven chispas y alegrías, refresca to lo que uno escucha. A veces se hace un silencio. Bueno, es un decir. En la cocina la brega, los peroles, los cacharros. Zumba la máquina de café, la tele y su misa de domingo, los susurros del buen comer. En la barra los vasos repiqueteando sobre el metal y las cucharillas, rítmicas, en los vasos. Aquí hasta eso tiene compás.
YA HUELE A CUARESMA.
El cafelito se va acabando. La mujer grita desde su mesa “¡quiero garbanzos con bacalao, María!”. Ya se huelen. “Mira, muy buenos que están”. “Ya dentro de na comemos garbanzos con bacalao”. Juan ya piensa en la Cuaresma. La vida es una sucesión de días extraordinarios. Porque vivir es un milagro. “Arroz con leche, las torrijas… qué bueno, hijo”. Ella ya se relame. “Ahora en la Cuaresma no se puede comer carne, Juan”. “Yo ahora compro bacalao. Bacalao en tomate y bacalao con garbanzos. Eso es lo que comemos nosotros ahora”. “Ahí, ahí, ahí”. “Vamos, que cuando vaya a Romeral me compro dos tacos, pa mi suegra, ya pa que lo vaya preparando“. “¿Y el arroz con leche no te gusta, María?” Ella vuelve a lo dulcecito, golosa que es ella. “A mí me encanta. Yo me lo hago y me lo como caliente. Él en las tacitas. Yo me lo como en la misma cacerola”.
Los temas importantes hay que reseñarlos, resaltarlos, remarcarlos. “Y los garbanzos con bacalao me encantan”. Que es que será muy temprano y todo lo que tú quieras, pero comer y rascar todo es empezar. Y que como a alguien se le ocurra traer una olla, ya te digo yo que estamos todos cucharada y paso atrás.
Juan vuelve a la carga. “Ahí está don Quico, ya verás cómo quiere bacalao”. Las risas estallan ante la picardía. “Ese bacalao vale más caro, ojú, qué Juan este, hija. Qué mañana me ha dao más mala, tan temprano. ¡De comer bacalao!”.
Juan entre todas sus funciones tiene las de organizar los turnos y situar geográficamente a la gente en los recovecos de su bar. “¡Francisco, métete pa allá aentro, venga, que te voy a poner de desayunar!, entra ahí al rincón… tú, cariño, venga, deja a la gente, que van a desayunar…”. “Sí, yo ya me voy, escúchame, mañana te veo”. “Amo a ve. ¡Descafeinado pa Francisco, mollete con jamón, con su tomate y su aceite!”. A semejanza de los lugares de postín, el tabernero se conoce nombres y consumiciones, en una retahíla sagrada, como una oración mil veces recitada. La comanda se grita, oído cocina y marchando. Molletes vuelan forrados de jamón, con su vestimenta de gala y sonrisas bendiciéndolos.
LA PORFÍA Y LA ZALAMERÍA.
Fernando busca por donde chinchar. De buenas, por supuesto. Sólo por escuchar a María. “Pues no me ha quitao la servilleta pa secar al perro…”, se queja Fernando. “Y hasta el chaleco, como te despistes, te cojo pa mi perro”. “Ponle jamón, hija. Le vas a poné pan sólo… desde luego cualquiera tiene un perro”. “Pues invita tú”. “Yo sí…”. “La próxima vez”. “Adiós, María”. “Adiós, Fernando”. “Adiós, Juan”. “Adiós, Fernando”. “Aquí te la dejo”. “¿Aquí me la dejas?”. “Sííí”. “Yo creía que ibais a hacer bizcochos”. “Uy, sigue lloviendo”. “Sí. Es que no quiere hacerme bizcochos, quiyo. Le he dicho que tengo una cita porque con la comida también te enamora, y me dice que nasti, que no quiere”. “Nanay”. “No quiere”. “El amor es así”. “Manchao y café con leche ¿no?”. La vida sigue en otros tablaos y escenarios. Eso parece, pero naranjas de la China. La Plazuela tiene cuerda. Ya puede diluviar y tronar.
“¿Tú va a bajáá?”, María al teléfono. (…). “Yo estoy aquí dentro”. (…). “Aaaro”. (…). “Coge al perro en brazos y te pones el paraguas cuando llegues abajo, Charo”. (…). “Pue aquí estoy yo”. (…). “Que estoy aquí”. Bájate ya, shiquiya, estoy yo por exclamar.
La lluvia arrecia y a Juan le sale del alma un clamor: “santificado sea tu nombre, venga a nosotros la reina… de los mares. Hoy está er día… pa comerse un pushero jirviendo. La pringá y a la cama”. María está en la misma onda: “Aro, o al sofá”. “A ver películas”. “Y un trocito de tarta”, Fernando vuelve a la acción. No se había ido, que estaba rescondío. “No está cara la tarta…”, replica María. Al respecto cada cual tiene sus números, y se comparten. “Yo compro media porción, María, a tres euros, en La Rosa de Oro. La de merengue tres euros, la de chocolate dos y medio”. Pasteleros artesanos desde 1928 en la calle Consistorio.
“¿Todavía no se ha ido Fernando?”, María le tira otra vez la piedrecita. “¡Hola…! ¿Ese es Fernando? ¿no?”. “Sí, está ahí, está ahí”, apunta Juan para que no haya dudas. “Aaah, ¡adiós, Fernando!”. “¡Fernando!, que dice María que pa hacé la tarta…”. “¿Todavía no te ha ido? “. “Estoy aquí, fumando y ehcushándote, que me encanta”. “Anda, mira qué bonito”. “Menos mal que me he venido pa acá y están las cajas de por medio”. Las cajas como una coartada, como una falsa muralla, extrañamente insalvable. Fernando está muy atento, en la calle, al otro lado de la ventana. Como en los cortejos dieciochescos.
Juan vuelve a marcar el ritmo e interpela a Fernando, no se vaya a despistar: “dice que le traigas los materiales”. “Pa la obra”, puntualiza María. “A Calería Cabral voy, a Cabral”. “Los ladrillos y el cemento”. “A Cabral voy”. “Que me voy a poner la puerta de mi casa enfrente de…”. “Bueno, María, mientras que tú haces la tarta yo paseo al… al perro”. “No, déjate tú, a mí no me hagas favores. A mí no me hace farta. A que cojo la…”. “Custodia compartida”. “Uno decía que el perro tenía que estar repartío, que también era de él… ¿de él?, de él de qué. Los animales son de quien los cuida. ¿Yooo? yo no le doy explicaciones a nadie”. María es una mujer de carácter, empoderada. Eso se suma a que es divertida, amable y … de armas tomar. “Si lo echas de menos, si lo quieres ver, pues te aguantas. Haberlo cuidao. ¿Tú qué dice? Me va a dar pena ahora… Ahora está el tío por ahí, dando bandazos”.
Otros personajes entran en acción, tras hacer desaparecer sus desayunos. “Yo hoy no como, Dios mío”. “Esto es contundente. Pero a mí me ha entrao sólo, vamo. Qué rico. Y el café, qué rico... Cuando yo era chica se cantaba lo de rinrán, manteca colorá, qué buena está. Pero es que se comía. La alternativa de pequeña era margarina o manteca colorá. Esos bocadillos de manteca colorá chorreando… con ese sabor. No me gustaba nada. Después la he probao de mayor… no. Otra cosa es ya con la zurrapa. Es distinto”. “Y con hígado”. “Esa también está muy rica”.
Algo que no se puede dejar pasar de largo es cómo el comer ocupa gran parte de las conversaciones. Y cómo alimenta la agitación, la sensualidad de las bromas y el entusiasmo de la reunión. Si es que se le abre a uno hasta el apetito.
La gente se disgrega y van apagándose los ecos de lo que arrebatado fue. Y no quiero dejar pasar la ocasión para cerrar los ojos, para imaginarme a la Lola Flores o al Camarón o a tantos y tantas que dejaron la impronta en este tabanco. De los antiguos y de los más nuevos. Gastándose bromas, con unas copas de vino, con un quiebro al quebranto y un requiebroa las chiribitas. Con un arranque por bulerías. Siempre la bulería. Ahora Juan y María son los garantes, en esta Plazuela mágica, de que todo siga en su sitio. En el maravilloso lugar de la locura cotidiana.
1 Liquindoi.
https://academia.andaluza.net/estar-al-liquindoi/
La expresión “Estar al liquindoi” es muy típica de las ciudades de Cádiz y Málaga. Tiene su origen en una frase inglesa que se produjo entre los siglos XVIII y XIX. Cuentan que el capitán de un barco inglés dijo “Look and do it” a un marinero para pedir vigilancia y que nadie robara su transporte. Esta expresión inglesa “Look and do it” evolucionó lentamente hacia “Estar al liquindoi”.