Carracao y el Foreign Office
Muy de tarde en tarde el titular de un periódico te puede arreglar el día: Carracao, contra la visita de Ana de Inglaterra...
Muy de tarde en tarde el titular de un periódico te puede arreglar el día: Carracao, contra la visita de Ana de Inglaterra. Con titulares de este calado político, cualquier ciudadano español y, especialmente del Campo de Gibraltar, se siente identificado con su clase política, reconfortado por la descarga de testosterona que exhala la proclama, y seguros de que sus intereses internacionales están siempre vigilados y defendidos ante el más mínimo intento de socavarlos o perjudicarlos.
La transcendencia de la declaración con la que se ha descolgado el miembro del senador español por la provincia de Cádiz –ahora sumida en el más profundo y auténtico sentir carnestolendo– , posee la entidad política suficiente como para que primero la Casa Real Británica, seguida del número 10 de Downing Street, luego por el Foreign Office y terminando por la propia protagonista de la visita, hubieran reconocido su craso error, manifestando en público su torpeza y cayendo, acto seguido, en la más paralizante de las melancolías por la falta de sensibilidad tenida con un país tan simpático y ocurrente como España.
Pero en Buckingham Palace, la reina Isabel II se ha levantado como todos los días, sobresaltada por el desconocido que tenía sentado a los pies de su cama y pidiéndole trabajo como jefe de seguridad del palacio, ya que como su presencia demostraba, el actual era de una ineficiencia preocupante.
Luego ha sacado de su fondo de armario un conjunto de vestido y sombrero lila y ha declarado su consternación por los incendios de han devorado Australia. Pero Isabel II no sabe quién es Carracao ni dónde está Jimena de la Frontera.
Gordon Brown tampoco se ha dirigido al presidente del Senado español para pedir disculpa por la desacertada visita. A Brown se le ve hecho un tigre de bengala liderando la reforma financiera europea y mundial, y cuidando que no se le escape ningún detalle de la cumbre de Londres de 2009.
Y el jovencísimo David Milliband al frente del Foreign Office, está encantado de que Estados Unidos haya accedido a la extradición del ciudadano británico Mr. Binyam Mohamed, desde la prisión naranja de Guantánamo hasta las confortables celdas de las reales cárceles británicas. De Gibraltar sólo sabe que la nave tripartita va empopada hacia los intereses británicos y gibraltareños sin ningún arrecife que pueda amenazar su derrota. Y ello a pesar de llevar a bordo a un par de grumetes españoles pero que no osan acercarse al puente de mando.
Y la princesa Ana, se está ajustando unos pantalones y las botas de montar para salir a jugar un partido sobre la alfombra secularmente verde de un campo de polo.
No ha perdido su rostro caballuno ni su determinación en la mirada, así que el próximo cinco de marzo la veremos en Gibraltar cumpliendo fielmente con los deberes que el Gobierno de su Graciosa Majestad Británica le ha impuesto como miembro destacada de la extravagante Familia Real.
Carracao espera conocer el perfil político de la visita para prever la reacción del Gobierno español. ¡A quién le importa ese perfil! Peter Caruana se asombrará de nuevo por la reacción española y, arqueando el entrecejo exclamará: “What's the problema? Isn't it British suelo?”.
La princesa Ana echará una partidita de ping-pong en el centro de ocio que va a inaugurar, luego ascenderá por la Main Street, comprará algún perfume de moda en Hotu y se volverá a Londres para seguir con su apabullante agenda de actos caritativos y, como deportista olímpica, contribuir a que las de Londres sean las mejores olimpiadas de la historia.
La transcendencia de la declaración con la que se ha descolgado el miembro del senador español por la provincia de Cádiz –ahora sumida en el más profundo y auténtico sentir carnestolendo– , posee la entidad política suficiente como para que primero la Casa Real Británica, seguida del número 10 de Downing Street, luego por el Foreign Office y terminando por la propia protagonista de la visita, hubieran reconocido su craso error, manifestando en público su torpeza y cayendo, acto seguido, en la más paralizante de las melancolías por la falta de sensibilidad tenida con un país tan simpático y ocurrente como España.
Pero en Buckingham Palace, la reina Isabel II se ha levantado como todos los días, sobresaltada por el desconocido que tenía sentado a los pies de su cama y pidiéndole trabajo como jefe de seguridad del palacio, ya que como su presencia demostraba, el actual era de una ineficiencia preocupante.
Luego ha sacado de su fondo de armario un conjunto de vestido y sombrero lila y ha declarado su consternación por los incendios de han devorado Australia. Pero Isabel II no sabe quién es Carracao ni dónde está Jimena de la Frontera.
Gordon Brown tampoco se ha dirigido al presidente del Senado español para pedir disculpa por la desacertada visita. A Brown se le ve hecho un tigre de bengala liderando la reforma financiera europea y mundial, y cuidando que no se le escape ningún detalle de la cumbre de Londres de 2009.
Y el jovencísimo David Milliband al frente del Foreign Office, está encantado de que Estados Unidos haya accedido a la extradición del ciudadano británico Mr. Binyam Mohamed, desde la prisión naranja de Guantánamo hasta las confortables celdas de las reales cárceles británicas. De Gibraltar sólo sabe que la nave tripartita va empopada hacia los intereses británicos y gibraltareños sin ningún arrecife que pueda amenazar su derrota. Y ello a pesar de llevar a bordo a un par de grumetes españoles pero que no osan acercarse al puente de mando.
Y la princesa Ana, se está ajustando unos pantalones y las botas de montar para salir a jugar un partido sobre la alfombra secularmente verde de un campo de polo.
No ha perdido su rostro caballuno ni su determinación en la mirada, así que el próximo cinco de marzo la veremos en Gibraltar cumpliendo fielmente con los deberes que el Gobierno de su Graciosa Majestad Británica le ha impuesto como miembro destacada de la extravagante Familia Real.
Carracao espera conocer el perfil político de la visita para prever la reacción del Gobierno español. ¡A quién le importa ese perfil! Peter Caruana se asombrará de nuevo por la reacción española y, arqueando el entrecejo exclamará: “What's the problema? Isn't it British suelo?”.
La princesa Ana echará una partidita de ping-pong en el centro de ocio que va a inaugurar, luego ascenderá por la Main Street, comprará algún perfume de moda en Hotu y se volverá a Londres para seguir con su apabullante agenda de actos caritativos y, como deportista olímpica, contribuir a que las de Londres sean las mejores olimpiadas de la historia.
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