La capital gaditana padeció ayer el cuarto incendio intencionado que se registra en apenas diez días. Y el segundo que se origina en una hilera de motos aparcadas muy cerca de viviendas habitadas. Las carreras en plena madrugada y las escenas de pánico y gritos volvieron a repetirse, aunque esta vez en Extramuros, concretamente en la barriada de Loreto.
La calle Carlos Haya fue el epicentro de este nuevo siniestro, donde afortunadamente no hubo que lamentar daños personales de relevancia, a pesar de la aparatosidad del mismo.
Todo comenzó pasadas las cuatro menos cuarto de la mañana, cuando un fuerte estruendo irrumpió la tranquilidad del vecindario. Rápidamente las llamas se expanderían calcinando 26 motocicletas y ciclomotores y afectando principalmente a dos edificios de nueve plantas de altura.
Alertados por el ruido, primero, y por el humo, después, muchos residentes empezaron a avisarse unos a otros y a evacuar los hogares. “Subimos con lo puesto a la azotea y pasamos de bloque en bloque hasta salir por el número 9, donde no había peligro”, comentaba todavía angustiada, Antonia Martínez. Otros, en cambio, optaron por permanecer en sus respectivas casas y seguir las recomendaciones de Bomberos.
La actuación se saldó con el desalojo provisional de unas 40 personas aproximadamente, de las cuales 14 recibieron atención sanitaria del 061 por inhalación de humo y crisis de ansiedad. Seis de ellas ingresaron en el Hospital Puerta del Mar. No obstante, sólo la vecina que habita el 3ºC del número 1, Carmen Boza, sufrió alguna quemadura leve en una mano y parte del pelo. Ella misma explicaba su particular odisea: “Como mi marido y yo tomamos pastillas para dormir no nos enteramos de los porrazos a la puerta”. Sin embargo, tanto ruido terminó por interrumpir su profundo sueño y provocar que se levantara para ver qué ocurría. “Me asomé a la ventana porque creía que estaba lloviendo o había truenos y de repente me abrasó una ola de calor tremenda”, subrayó.
Ante tal susto, su reacción inmediata fue salir del piso a toda velocidad y sólo cuando puso los pies en la calle se acordó de su esposo. Entonces, “me dirigí a los bomberos para decirles que Manolo continuaba arriba y pedirles que lo rescataran”. Su súplica halló respuesta satisfactoria y, a los escasos minutos, conseguía reencontrarse con él. Final feliz, aunque “faltó muy poco para que hubiéramos muerto asfixiados”, reconocía indignada.
La compañía de seguros contratada por esta familia se hará cargo ahora de su realojo, ya que gran parte de la vivienda ha quedado chamuscada debido al humo y a las altas temperaturas. También otra señora mayor del mencionado bloque se irá con sus parientes a Chiclana de la Frontera.
PANORAMA DESOLADOR
Los bomberos emplearon casi tres horas y media en sofocar el incendio (desde las cuatro hasta las siete y veinticinco de la madrugada). Una vez concluida la intervención, los residentes retornaron a sus casas. El regreso coincidía con los primeros rayos de sol, pudiéndose comprobar con mayor claridad la magnitud del accidente. Fachadas completamente ennegrecidas hasta casi la última planta, persianas derretidas, ventanas y cristales estallados, farolas abrasadas, cableado de luz o conducciones de agua y gas destrozados... En definitiva, un panorama desolador y dantesco. Era lo más parecido al escenario de un atentado terrorista.
Hasta allí se trasladó el concejal de Bienestar Social, José Macías, para interesarse, junto con el presidente de la AVV de Loreto, José Aragón, por la situación de los afectados, prestando especial atención a las personas mayores que viven solas.
Paralelamente, operarios de Eléctrica de Cádiz se afanaban por restablecer cuanto antes el servicio de la luz, algo que lograron a finales de la mañana, según informó el edil popular.
REVUELO MEDIÁTICO
Poco a poco, los curiosos se iban agolpando en las inmediaciones de la zona siniestrada y en el barrio no se hablaba ya de otra cosa que del incendio y de lo cerca que había rondado la tragedia en esta ocasión. En cada bar, establecimiento o comercio el tema centraba todas las conversaciones.
Enseguida el revuelo ciudadano se tornaría, además, en mediático. Carlos Haya era tomada por las cámaras de televisión y por un desfile de fotógrafos y periodistas dispuestos a recoger las historias de los protagonistas.
Testimonios como el del joven José Silva, uno de los más implicados en las tareas de auxilio y de extinción antes de que se presentaran los bomberos. Según contaba, la concatenación de “pequeñas explosiones” le cogió despierto porque “acababa de venir de pescar”. Según testigos presenciales, su labor resultó vital para evitar que las llamas se propagaran a más motos y multiplicara los daños materiales.
Por su parte, María Ordóñez, se mostraba incapaz de contener las lágrimas al contemplar la motocicleta de su hijo transformada en un esqueleto de hierro y cenizas. “Se la regalamos por Reyes con mucho esfuerzo para que se desplazara a su instituto, que está en la Punta de San Felipe, y en cuestión de segundos la ha perdido”, manifestaba desconsolada. “Sólo espero que detengan a los culpables y les impongan un castigo ejemplar”, exclamaba, encarnando así el sentimiento mayoritario reinante en el barrio. Sin embargo, la Policía no ha dado aún ni con las causas ni con los autores del suceso y mantiene abiertas varias líneas de investigación.
El Consorcio de Bomberos empleó ayer una dotación de nueve efectivos y utilizó cuatro vehículos: uno de rescate, una autobomba urbana pesada y otra urbana ligera y uno de salvamentos. Durante la actuación usó un equipo de respiración autónoma, agua y herramientas de mano.
"SE VEÍA VENIR"
El presidente de la asociación de vecinos de Loreto, José Aragón, no ocultaba ayer su disgusto por lo ocurrido. Se congratulaba de que el accidente no hubiera traído consigo consecuencias mayores ni desgracias personales. Sin embargo, igualmente, maldecía la situación porque, a su juicio, podría haberse evitado “con algo más de precaución” por parte de los vecinos de la zona.
“Está claro que los culpables son quienes encienden el fuego, pero llevamos mucho tiempo pidiéndole a la gente en las asambleas que no aparque sus motos cerca de las viviendas”, apuntó.
En este sentido, recordó cómo desde hace varios meses, se habilitó, a instancias de la entidad que dirige, una zona de estacionamiento para estos vehículos en la Plaza Virgen de Loreto. “Lo que pasa es que el personal se muestra receloso y prefiere colocar la moto debajo de su casa”, aseveró resignado Aragón para, a renglón seguido, agregar “que esto ya se veía venir”.
QUEJAS EN EL BALÓN
Por otra parte, las similitudes de estos últimos incendios ha abierto la caja de Pandora. De hecho, empiezan a escucharse críticas relacionadas con los aparcamientos de motos. Sin ir más lejos, vecinos de El Balón denunciaron ayer a este periódico el “peligro” que, en su opinión, conlleva el existente en la calle Diego Arias, a la altura de los números 4 y 6. Según Josefa Ordóñez, allí se “amontonan” diariamente alrededor de 50 o 60 motocicletas, ocupando parte de la acera, lo que “impide transitar adecuadamente” a las personas con carritos de bebé o sillas de rueda. Según sostuvo, las motos “se ubican de lado en vez de en línea, como está obligado”. Y, pese a sus requerimientos, “la Policía no hace nada para acabar con eso”.