Ganadería: Seis toros de José Luis Pereda-La Dehesilla, de correcta presentación. Mansos, no se entregaron en la muleta excepto el quinto, noble y con movilidad.
Espadas
Francisco Ruiz Miguel, de malva y oro, oreja tras petición de la segunda y una oreja.
Juan José Padilla, de gris perla y oro. Dos orejas y una oreja tras aviso.
David Galván, de grana y oro, dos orejas y dos orejas y rabo.
Incidencias: Tarde calurosa y buena entrada en los tendidos. Lleno en sombra y más un cuarto en sol. Saludaron en banderillas Víctor Nieto en el cuarto toro y Álvaro Núñez en el último.
Tarde de Feria, de toros y de expectación que se tradujo en una buena entrada, congregando en gran número a aficionados de La Bahía con la idea de disfrutar, saborear y emocionarse contemplando un festejo en toda su plenitud. Las despedidas, por regla general, son tristes y gratas como ha sido ésta. Ruiz Miguel dijo adiós al traje de luces, cortándole la coleta su hijo al término de su actuación en su segundo toro que previamente había brindado a su esposa Lola Álvarez.
No tuvo opción con su primero, que brindó a sus compañeros de terna, un animal que no quería pelea aunque el isleño no le perdió la cara en la muleta remantando con unas espaldinas soberbias. Antes desplegó con el capote ofreció unas series de verónicas a pies juntos. El segundo de sienes anchas, de afilados pitones fue un toro con guasa, quedándose a medio pase. Surgió la raza de un torero que quería demostrar quién fue. Dos series con la diestra corriendo bien la mano y poniéndose el toro a la defensiva. Tras varias agresiones cortó otra oreja. En su vuelta al ruedo los alumnos de la Escuela de Tauromaquia Rafael Ortega le entregaron una placa. Dos vueltas al ruedo con una plaza y toda la torería de luces aplaudiendo durante varios minutos, hicieron brotar unas lágrimas que no pudo reprimir. Su actuación será recordada por tanta emotividad y respeto.
Volvió Padilla a una plaza de tantos recuerdos para él y no se le puede negar su dignidad y entrega. Con variedad y poder cuajó su acostumbrada faena, desplegando una labor que exprimió hasta la última acometida. En este toro que brindó a Ruiz Miguel, complicado, reservón, rajado y que se revolvía en un palmo de terreno, acabó de una estocada sin puntilla, cortando dos orejas.
Fue en su segundo donde el refrán no hay quinto malo se hizo realidad. Un toro noble, con movilidad al que el jerezano toreó muy bien de capa, colocó cuatro pares de banderillas dando espectáculo al igual que en su primero. Sin pensarlo, Padilla clavó sus rodillas en tierra y así se llevó el toro hasta el tercio en un trasteo sobre la diestra, pasándose los pitones muy cerca de su parche. El toro obedecía en cada muletazo y la fanea tuvo contenido por su entrega y templanza. El epílogo con manoletinas caló en los tendidos y se pidió incompresiblemente el indulto, ya que el toro tenía buenas cualidades pero tampoco para merecerlo, ya que al final tiró para las tablas. Se descuidó con la espada cortando una oreja como reconocimiento a su labor.
David torea como es él, con su temple y profundidad tanto con capote como con muleta, es como una prolongación de sus sentimientos. En su joven y menudo cuerpo cabe todo el saber y el sabor del toreo, pero este sábado no tuvo suerte en su lote. Recibió a ambos a pies juntos con un racimo de verónicas muy ajustado. El toro derrotó en banderillas en burladeros y, tras brindar a Ruiz Miguel, flexionó la rodilla derecha en un toreo por bajo con empaque. El animal se apagó paulatinamente, echó el freno en más de una ocasión y aunque David se descaró no le ayudó en lo más mínimo. Mató de estocada suficiente y cortó dos orejas.
El último de la tarde tuvo los mismos defectos de sus hermanos, aunque David se mantuvo muy firme obligándole a embestir y conseguir lucimiento. Con la espada entró a matar recto logrando los máximos trofeos. Parece que le ha cogido el sitio.