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Lunes 11/11/2024
 

Arcos

Esclavos de las nuevas tecnologías

"... hay que saber utilizarlos correctamente si no queremos convertirnos en esclavos digitales o “tecno-esclavos”

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Vivimos en una era apasionante. Gran parte del avance en la investigación científica y de la promoción del conocimiento se la debemos a los medios informáticos y a las nuevas tecnologías, que facilitan el acceso a documentos e información de forma casi inmediata. Hace no muchos años se necesitaban ingentes cantidades de horas de trabajo paciente para obtener resultados que hoy en día se logran en unos minutos.

En nuestras familias estamos viendo en los más jóvenes una generación de nativos digitales que se forman, estudian y aprenden casi sin lápices, bolígrafos ni libros. Con una simple tablet o un teléfono móvil conectado a Internet se abren unas posibilidades infinitas de visualizar contenidos, muchos de ellos de escasa o nula calidad y otros de gran interés.

Hay un conocido estudio americano donde concluyen los investigadores que casi el 50% de los trabajadores realizan tareas profesionales a través del teléfono móvil. La realidad es que los jóvenes y los adultos están conectados casi continuamente al smart phone, a Internet o a las redes sociales; y todos pendientes de una pequeña pantalla de dimensiones ridículas a través de la que se ve e interpreta el mundo.

Los aparatos y la informática son un grandísimo invento, una aportación magnífica para el desarrollo de la humanidad, pero hay que saber utilizarlos correctamente si no queremos convertirnos en esclavos digitales o “tecno-esclavos”.

Estamos aprendiendo a convivir en un mundo de dos realidades: la de verdad, y la virtual. Tenemos “amigos” que son inexistentes, a los que no vemos, con los que no nos relacionamos ni comunicamos al modo humano, sino solamente a través de imágenes, fotos y textos. Nos incorporan a grupos de redes sociales (como los de whatsapp) en los que no queremos estar, pero de los que tampoco nos salimos por extrañas razones. Perdemos autonomía y libertad. Nos controlan continuamente:  saben nuestra ubicación, movimientos, si estamos o no en línea; personas que son absolutamente desconocidas -y a las que no negamos la “amistad” por cortesía cuando nos la solicitan- comparten su intimidad con nosotros en Facebook. Y en esta suerte de posibilidades infinitas de hipercomunicación digital se da la paradoja de que las relaciones personales están cada vez más deshumanizadas. Aristóteles decía del hombre (y de la mujer) que es un animal social, en tanto que se desarrolla gracias a las relaciones con los demás.
El mundo de la comunicación cibernética está alterando nuestro modo propio de relacionarnos como personas, convirtiéndonos en animales tecnológicos. Aparentemente vivimos rodeados de personas, pero a la hora de la verdad, muchas veces nos sentimos solos e incomunicados. Internet nos asegura el contacto con personas que tenemos lejos.

La comunicación es una necesidad afectiva humana primordial. Acostumbrarse de forma habitual a la comunicación no presencial, daña emocionalmente, porque se limita nuestra capacidad empática. No es lo mismo hablar con alguien cara a cara, que a través de una pantalla, donde muchas veces la personalidad que se muestra no es real, sino que se transmite una imagen artificial de uno mismo. Probablemente las relaciones sociales de los tiempos de esplendor de la Cueva del Higueral de Valleja, a finales de la época de los Neandertales,  fueran más enriquecedoras que las de hoy en día, tan mediatizadas y desnaturalizadas por las maquinitas, los móviles y las redes sociales. El contacto cibernético nunca podrá sustituir al verdaderamente humano.

No es extraño que estén apareciendo nuevos trastornos por las adicciones a las tecnologías y por el uso nocivo que se hace de ellas, sobre todo en los más jóvenes, que son muy vulnerables. Ciertamente no se trata de dependencias químicas, como puede ocurrir con la heroína, sino psicológicas, pero igualmente perjudiciales. Así que ante la sospecha de que sus hijos, esposo, amigos, o Vd. mismo, están enganchados a la red, al teléfono móvil o a las nuevas tecnologías, no pierda el tiempo y busque ayuda. Se puede prevenir esta adicción.
garcia-berbel@icam.es

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