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Viernes 15/11/2024
 
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San Fernando

El oro puede ayudar a curar el cáncer de una forma más efectiva

Es lo que ha descubierto el investigador algecireño Asier Unciti-Broceta, que trabaja en este sueño en la Universidad de Edimburgo, donde lidera un equipo.

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  • Asier Unciti
  • “Intentamos siempre abrir caminos innovadores”

Un científico algecireño y su equipo de investigación, partículas de oro, una universidad escocesa, y mucho sacrificio y tesón. La combinación de estos elementos puede dar con la receta para un mejor tratamiento contra el cáncer que salve más vidas.

“Si en diez o veinte años hemos logrado hacer algo que está salvando vidas, naturalmente, eso será el gozo más grande que se pueda lograr y el culmen a décadas de trabajo”

Y es que Asier Unciti-Broceta, un químico-farmacéutico campogibraltareño de 41 años de edad, puede tener entre sus manos la técnica para mejorar la efectividad de los tratamientos contra esta enfermedad. La clave puede estar en el uso de un novedoso elemento para este tipo de enfermedades: el oro.

Su trayectoria hasta llegar aquí empezó años atrás, a pesar de su juventud. En 2010 le llegó la oportunidad de montar y dirigir un equipo de investigación en el Centro del Cáncer de la Universidad de Edimburgo.

Esta responsabilidad le hubiera llegado en España al menos con 55años -cuenta a Información- “por el sistema piramidal español”.

2014 fue año clave. Su equipo desarrolló una tecnología para llevar la quimioterapia dentro del cuerpo humano. “Es el mismo concepto del oro, pero fue con otro metal, el paladio, que se utiliza mucho en la industria.Se usa en los motores de los coches. Es un catalizador de los más importantes que hay”, detalla.

Lo que nadie sabía es que no era tóxico, protegiéndolo convenientemente: “se puede colocar en un implante en un tumor. De por sí no va a hacer nada. Actúan localmente dentro del tumor”.

Esto, tal y como especifica Asier, es “una ventaja grandísima” porque “está viajando por tu cuerpo un componente inactivo, pero en el momento que entra en contacto con el tumor se convierte en un compuesto quimioterapéutico que empieza a matar al tumor desde dentro”.

Es decir, se está prácticamente dejando atrás los daños y los efectos secundarios de la quimioterapia. “Ese es el concepto innovador. El uso de un catalizador va a durar indefinidamente en teoría. Por lo que tú puedes activar y crear tu fármaco dentro del tumor indefinidamente. Los tratamientos del cáncer pueden ser de meses y de años”, explica.

Además, recuerda Unciti-Broceta que el tumor puede desaparecer, pero también volver: “si tú sigues teniendo ahí el implante, porque no te está afectando nada, puedes volver a tomar la quimioterapia inactiva que solo se activa dentro del tumor”. Esto es lo que hace a esta tecnología tan atractiva e innovadora, resalta el propio químico.

Otra curiosidad más es la elección de los materiales para los ensayos. “El oro es el elemento más usado en el cuerpo humano, lo hemos usado como implante en dientes durante cientos de años. Sabemos por eso de su seguridad, mientras que el paladio no se ha usado nunca. Hacen el mismo trabajo”, comenta el campogibraltareño.

Lo que no se sabía era que el oro tenía las mismas propiedades químicas que el paladio. ¿Por qué lo han descubierto ellos y no otras personas?: “Estábamos investigando todos los materiales que funcionaban como el paladio  y nos llevamos la sorpresa monumental del oro. Eso nos permitió hacer estudios más avanzados”, reveló.

En ese sentido, añadió que su equipo ha llevado a cabo la primera activación que se ha hecho nunca. Se trata en concreto de la primera reacción que se ha hecho en un cerebro de un animal de forma local a través de un implante y un catalizador.

Como parece para los no iniciados en este campo, la operación supone mucha complejidad. “Cualquier cosa que hagas dentro de un cerebro puede dañarlo”, previene.

Pero las primeras conclusiones le están marcando un camino ilusionante. “Hemos demostrado por ahora que es tan seguro que se puede hacer, al menos de momento, en el cerebro de un pescado, de un pez cebra”, afirma.

El reto más próximo ahora es hacerlo en animales más complejos, como ratones o animales más grandes.

A todo ello, no está parando ni por un momento las pesquisas relacionadas con el paladio. “Esta historia del paladio es paralela y puede ser la que acabe funcionando”, expone, ya que argumenta que no se sabe aún qué grado de éxito pueden tener ambas vías en unos años.

Volviendo a los próximos pasos, Asier cuenta que afortunadamente, en su situación actual, ya cuenta con financiación. “Normalmente, cuando haces un descubrimiento de este tipo, después tienes que pedir la financiación, pero por suerte, nosotros ya la tenemos. La conseguimos en el último año y pico”, detalló.

Gracias a ello, ya van a empezar a hacer estos estudios en ratones entre los próximos seis meses y un año. “Cuando hicimos los estudios en el 2014, lo publicamos pero no teníamos el dinero. Cuando conseguimos el dinero, conseguimos también esta historia con el oro. Por eso vamos a hacer los dos ensayos, tanto con el paladio como con el oro en ratones”, recuerda.

De hecho, ya están haciendo haciendo con el paladio en ratones,  en casos de cáncer de próstata, Todavía no tienen los resultados. Y las pruebas en ratones con cáncer de cerebro a través del oro y del paladio se va a llevar a cabo en un periodo de entre seis meses y un año.

A partir de ahí, el siguiente desafío se centra en validar los resultados. Unos dos años más, al menos.

Una vez consumado este avance, hay que elegir a un candidato quimioterápico y buscar medios económicos para comenzar así los ensayos en pacientes humanos. “Eso es lo más difícil, porque es lo más caro. Estamos hablando de diez millones de euros para los primeros ensayos”, revela.

Estas primeras pruebas se enfocan en la seguridad, para asegurar que las sustancias no provocan problemas, y que el profármaco, el precursor del fármaco definitivo, no causa problemas.
Pero el ensayo y error no queda ahí. Los gastos se multiplican por diez para la siguiente etapa, para ver si todo está funcionando, y por  treinta a la siguiente. Se necesitan así de cinco a siete años para terminar las exploraciones en los pacientes.

Sobre este desarrollo de ensayos que van desde animales más pequeños a otros más grandes, y de ahí a los humanos, comenta Asier que “los perros tienen los mismos tumores en el cerebro que nosotros. Una vez probado ahí, el siguiente paso es tiene que ser un paciente humano”.

En cuanto a las pruebas en seres humanos, el primer ensayo suele darse en grupos de entre diez y veinte  personas el primer ensayo. “Los ensayos clínicos con cáncer a veces son más complejos que con otros medicamentes”. Pone el ejemplo de que en los casos de cáncer se intenta curar, al tratarse de pacientes que están “desahuciados”.

“En el caso del cáncer de cerebro, no tienen otra alternativa, por eso tenemos un enfoque bastante grande hacia el cáncer de cerebro. Y es que la esperanza de vida en estos casos es de 12 meses”, lamenta. Así que, si todo sigue bien, en aproximadamente una década o algo más el resultado llegará a las farmacias y podría decirse que un algecireño ha contribuido a la mejora de la cura del cáncer, al menos para una de sus tipologías, porque “otro de los problemas de los tratamientos es que se tienen que enfocar a una aplicación”.

Una vez que ésta funciona, llegará la empresa farmacéutica a probar otras.  “Si ya ha funcionado una vez, es normal que pueda funcionar en otros tipos de cáncer”, agregó.

Pero eso requerirá otro nuevo ensayo clínico completo, con todos los recursos económicos que se tienen que gastar, aunque, en este caso, la inversión es menos arriesgada, matiza.

Este tipo de ensayos solo pueden hacerse a través de la industria farmacéutica, no pueden hacerse a través de gobiernos o científicos.

Es sin duda, el proyecto de toda una vida. “Es satisfactorio en el sentido de que está la posibilidad de curar a muchísimas personas, dependiendo de la enfermedad que estás tratando de curar”, reconoce.

El desafío es grande, por ello, Unciti sostiene que “tenemos que ser prudentes. “Lo que hemos hecho tiene muchas posibilidades. El porcentaje de éxito suele ser del dos o tres por ciento cuando tú descubres algo importante. Eso estoy hablando de la industria farmacéutica, no de los grupos científicos”, analiza. Al mismo tiempo, el algecireño es consciente del gran potencial del trabajo del equipo que representa: “por suerte lo que estamos haciendo son cosas tan innovadoras que las empresas están interesadas en lo que hacemos”.

Paralelamente, el equipo de investigación de Asier está llevando a cabo otros experimentos más tradicionales. En estos casos de trata de píldoras y no hay implantes ni nada parecido, para otro tipo de tumores: cáncer de mama, de próstata, de colon...

Se le nota al hablar que le apasiona su trabajo: “Si en diez o veinte años hemos logrado hacer algo que está salvando vidas, naturalmente, eso será el gozo más grande que se pueda lograr y el culmen a décadas de trabajo”.

“Intentamos siempre abrir caminos innovadores”

“Si hacemos cosas innovadoras puede que nosotros no seamos los que lleven un día el fármaco a la farmacia, pero habremos abierto una puerta para que otro investigador piense en nuestra idea y la aplique de otro modo”.

De esta forma plantea su trabajo Asier Unciti-Broceta. Y es que, como sostiene, así a lo mejor es otro quien logra llegar a la meta, “pero si nosotros hemos sido los primeros que hemos puesto los primeros granitos de arena, al final, a la larga, yo me sentiré que he contribuido a eso que ha hecho otra farmacéutica o otro grupo”. 

“Intentamos siempre abrir nuevos caminos innovadores, porque, puede que, en cierto modo, tengamos más posibilidades de sentirnos satisfechos con nuestra investigación”, añade. Por otro lado, reconoce que en Edimburgo tiene unas condiciones de estabilidad que no se dan en España, además de tener más posibilidades de financiación para la investigación.

A ello le añade otro aliciente de la capital escocesa: “Edimburgo es una de las ciudades más bonitas del mundo”. En cuanto a la morriña, tiene una receta también muy efectiva. Coger un avión y ver a su familia en cuanto nota los primeros síntomas.

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