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San Fernando

Infantería de Marina: Sólo los más capacitados sobreviven

La organización de la Brigada de Infantería Tercio de Armada renovó la misión de llevar a cabo operaciones militares en la costa iniciadas en el mar. (VIDEO)

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Cuando nos referimos a la Infantería de Marina, acostumbra añadirse que es “la más antigua del mundo”. Así es, y así está reconocida Reales decretos de Felipe V (1729), Fernando VI (1748) y Juan Carlos I (1988) por sucesión del Tercio Nuevo del Mar de Nápoles, el “Mar y Tierra”, fundado en 1537. Al hilo de esta declaración cabe sin embargo peguntarse: ¿cómo es posible que un instituto armado con una identidad tan compleja entre el mar y la tierra haya cubierto casi cinco siglos de historial?

La respuesta es que el Cuerpo ha asentado sólidamente su existencia sobre dos pilares: tradición y eficacia. Eficacia en el cumplimiento de sus misiones de combate en tres distintas vertientes: en la mar, en acciones en la costa desde la mar y en tierra, adaptándose con flexibilidad a cada una de ellas como fuerza siempre alistada para el despliegue.

De su eficacia dan testimonio las misiones cumplidas por nuestras tropas ya en estos albores del siglo XXI: Operaciones de interdicción marítima y lucha contra la piratería en el Índico; expediciones a Haití y el Líbano bajo los auspicios de las Naciones Unidas; y operaciones en tierra sostenidas durante diez años en Bosnia, en Afganistán y actualmente en Irak.

Los infantes de marina han inspirado siempre su eficacia en la emulación de los hechos de armas de su historial, es decir, en su tradición, a un tiempo naval y regimental. Porque, a diferencia de otros cuerpos de infantería de marina que han nacido como regimientos agregados o afectos al servicio naval, la Infantería de Marina ha sido, en sus orígenes, la nervatura militar de la Armada misma.

Nuestra Infantería de Marina es y ha sido siempre parte consustancial de la Armada y, al mismo tiempo, un cuerpo regular de Infantería Española como cualquier otro del Ejército de Tierra.

Por tierra y por mar
En las Reales Ordenanzas de la Armada de 1748 podemos leer:   “Que el Cuerpo de Batallones de Marina, en cualquier paraje en que se hallare, sea considerado como Cuerpo regular de Infantería Española y alterne con los del Ejército con arreglo a su antigüedad de 1537, inmediatamente posterior a la del Regimiento de la Corona (antiguo Tercio del Mar de Nápoles), del que procede”.

Acostumbramos a presentar la Historia del Cuerpo en tres etapas, según su forma de integración en la Armada por mediación del cuerpo de oficiales. Esto es, a su vez, consecuencia de las misiones que en cada una de esas épocas ha correspondido cumplir a las tropas de marina.

En los siglos XVI, el mando militar de un buque de guerra correspondía al capitán de su guarnición de soldados –o capitán de guerra- mientras que un maestre o capitán de mar se ocupaba de la maniobra marinera.

A lo largo del siglo siguiente, este dualismo ciertamente poco deseable fue dando paso, tanto en las Escuadras de Galeras como en la la Carrera de Indias, y más tardíamente en la Armada Real del Océano, a la figura del Capitán de Mar y Guerra, en la medida en que los Tercios de la Armada se vinculaban en permanencia al servicio naval.

A comienzos del XVIII, justamente hace trescientos años, D. José Patiño, Intendente General de Marina, recibió el encargo de organizar en Cádiz la Real Armada. Entre otras medidas de capital importancia, procedió a organizar el Cuerpo de Batallones de Marina sobre la base de los Tercios de la Armada de los que se disponía como “fuerza, guardia y custodia de los bajeles”.

Escuela de Guardias Marinas
Así comienza la Segunda Época. Consecuentemente, el Cuerpo de Oficiales de Guerra de la Real Armada se formó a partir de los capitanes de mar y guerra y subalternos disponibles. Y para formar adecuadamente a los futuros oficiales de la Armada, se creó la Real Compañía de Guardias Marinas, en cuya academia los jóvenes guerreros se instruían como tales y, al mismo tiempo, adquirían la reparación científica y náutica que necesitaban para maniobrar con los buques que ya, más que meras plataformas de abordaje, eran poderosas máquinas artilleras.

Hasta el momento, los Tercios de la Armada habían simultaneado los cometidos propios del combate naval con las grandes expediciones marítimas: Lepanto, Orán, Túnez, Azores, Isla Tercera, la Jornada de Inglaterra o San Salvador de Brasil son páginas gloriosas del historial del Cuerpo. Pero con el crecimiento que experimentaría la Armada a lo largo del XVIII, hasta alcanzar una entidad de 79 navíos de línea y más de 20 fragatas, la guarnición de buques absorbió todos los efectivos del Cuerpo de Batallones, hasta el punto de que sus tradicionales misiones expedicionarias pasaron a un segundo plano.

No obstante, los infantes de marina participarían frecuentemente en expediciones marítimas como fueron las de Cerdeña y Sicilia, Argel y Tolón, así como en las heroicas defensas de Cartagena de Indias y del Castillo del Morro de La Habana.

Con la invasión francesa de 1808, la situación iba a cambiar radicalmente. La crisis que experimentó nuestra fuerza naval durante el reinado de Carlos IV –causa, que no consecuencia, de las derrotas de San Vicente y Trafalgar- unida al cambio de alianzas a favor de Gran Bretaña, que dominaba el mar, hizo que las tropas de Marina fuesen destinadas a combatir en tierra, y así se organizaron cinco Regimientos Reales de Marina -Reales por sus oficiales, procedentes de la Real Compañía de GG MM- que combatieron en las campañas peninsulares.

Se distinguió particularmente el 6º Real de Marina  -hoy Tercio del Norte- por ser la primera unidad aliada que, en persecución del Ejército invasor en retirada, le batió en la batalla de Tolosa, ya en suelo francés, ganando la Cruz con corbata azul que hoy ostenta la Bandera de la unidad.

Finalizada la guerra, y en la medida en que la tecnología iba imponiendo el vapor y la artillería en la guerra naval, se hizo evidente que los oficiales de guerra de la Armada –ya entonces denominados del Cuerpo General- ni por formación ni por carrera eran ya idóneos para desempeñar alternativamente el mando de buques y el de unidades de tropas. Por esta razón, en 1827, las Tropas de Marina se organizaron en una Brigada Real de Marina y los oficiales de guerra de la Armada se agruparon en cuerpos diferentes, para los buques y para las tropas.

Tercera etapa
Con esta reorganización se abre la Tercera Etapa, que llega hasta nuestros días, en la cual el Cuerpo tomará la denominación definitiva de Real Cuerpo de Infantería de Marina. No será una etapa homogénea, sin embargo, porque las misiones que van a desempeñarse serán ciertamente distintas en el XIX y en el XX.

El XIX es el siglo del gran repliegue colonial de España, y la Infantería de Marina será empleada, fundamentalmente, como fuerza expedicionaria, casi siempre operando en tierra y frecuentemente encuadrada en Ejércitos de campaña, en durísimas acciones que aportarían laureles a su historial. Es la época de la Marina Isabelina y de las campañas de Méjico, Italia, Santo Domingo, Marruecos, Conchinchina y Joló. También de las Guerras Civiles cantonal y carlista, y de las últimas campañas de Cuba y Filipinas, en las que combatiría hasta el fin.

Tras un decenio de crisis consecutivo a la repatriación desde ultramar, los infantes de marina fueron de nuevo llamados a África, cuando en el curso de la crisis internacional de Marruecos en 1911, el Gobierno de Canalejas decidió apoderarse de Larache, misión que fue cumplida brillantemente por un Batallón de la guarnición de San Fernando mediante un asalto anfibio nocturno realizado por sorpresa.

A partir de ese momento, el Cuerpo mantendría un Regimiento Expedicionario en la Zona Occidental del Protectorado hasta que, en 1923, el Ministro de Marina ordenó su repliegue. Eran años en los que el fracaso aliado en Gallipoli en 1917 parecía haber demostrado la impractibilidad de las expediciones marítimas en la guerra moderna.

Casi nadie reparó en que, en 1925, una fuerza combinada hispano-francesa lograba asaltar la costa rifeña en Alhucemas y terminar con la Guerra de Africa. En la acción participó el 1º Regimiento de Infantería de Marina, pero no se debió deducir ninguna lección, porque en 1931, el Gobierno de la Segunda República disolvió el Cuerpo.

Quienes sí aprendieron la lección de Alhucemas fueron los US Marines, que estudiaron sus enseñanzas y desarrollaron una nueva doctrina para las expediciones marítimas contra una costa hostil, que se denominó anfibia y recibimos en España a partir de los Acuerdos con Estados Unidos de 1953.

Esa fue la base de una profunda transformación del Cuerpo, que culminó con la organización de la Brigada de Infantería Tercio de Armada y una Misión renovada y plenamente vigente: llevar a cabo operaciones militares en la costa iniciadas en la mar.

(*) Agustín Rosety Fernández de Castro es general de Infantería de Marina en la Reserva

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