Se nos enseñó que el alcalde Grande de la ciudad no era otro que Ramón de Carranza. Pero esta afirmación, hoy por hoy, no deja de formar parte de la historia que nos quisieron enseñar desde los altos estamentos sociales que tanto le debían. Corresponde a uno de los muchos mitos que calaron en la memoria colectica después de tantos años de dictadura franquista. Y aunque en su primer periodo como alcalde (1927-1931) se realizaron obras destacables, como la plaza de Toros, nunca se nos cuenta que tras su marcha de la alcaldía dejó las arcas del Consistorio prácticamente vacías. Y no solo eso. Por aquellas fechas saltó a la prensa lo que se conoció en Cádiz como ‘Expediente Barahona’. El endeudamiento y casos de corrupción salpicaban a Carranza directamente. En cuanto a su segunda etapa (1936- 1937) es totalmente nefasta y oscura. Pero vayamos por partes porque el llamado Alcalde Grande de Cádiz ni siquiera llegó al sillón de San Juan de Dios por elección popular.
Carranza, nacido en El Ferrol, llegó a la alcaldía de Cádiz en el año 1927. Nos encontramos durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Tras algunas desavenencias con el primer alcalde de dicha dictadura, Agustín Blázquez, es el propio José María Pemán quien recomienda su nombre. Como alcalde quedaría hasta el final de dicha dictadura, realizando grandes obras a base, muchas de ellas, de préstamos bancarios, cuestión que la hacienda gaditana terminaría soportando. Junto a esta política derrochadora también se caracterizó por su fuerte carácter y una particular manera de hacer política. Respecto a la fiesta del Carnaval tampoco dejaría indiferente a nadie pues se negó con rotundidad a organizar los célebres concursos de agrupaciones. Así lo explicaba décadas después uno de los antiguos comparsistas de Cádiz, Enrique González: “Fuimos al Ayuntamiento a proponerle al alcalde Carranza a vé si organizaba un concurso. Nosotros le dijimos que tomábamos el Teatro Principal, pagábamos los gasto del teatro, y a la gente había que darle algo. Siquiera un detalle; y el sobrante lo donábamos para una casa benéfica. Y el tío nos dijo que nanay de la China. Que no. ¡No hay concurso!”.
Su primera etapa como alcalde llegó a su fin en 1931. Habiendo fracasado el proyecto de Primo de Rivera, el rey Alfonso XIII intentó dar marcha atrás para lo cual convocó unas elecciones municipales. El 12 de abril de dicho año, aunque las redes caciquiles habían vuelto a funcionar y triunfar en muchas provincias –en Cádiz con Carranza –, no ocurrió lo mismo en las principales ciudades españolas. Alfonso XIII se vio sin apoyos y decidió marchar al exilio. El 14 de abril se proclamó la Segunda República. Sin la cobertura que daba la dictadura a la alcaldía de Carranza, las protestas y quejas por el “pucherazo” en las elecciones dieron al traste con la supuesta victoria de don Ramón. Las votaciones tuvieron que repetirse. Carranza volvió a dar ejemplo de su “buen” talante con aquella frase de “cuando os entreguen en la calle las hojas y los manifiestos de los republicanos y socialistas, rompedlos en el acto y retorced el pescuezo a las personas que los repartan”. No obstante, en esta ocasión, con el sistema caciquil en crisis, los republicanos-socialistas vencieron imponiéndose como nuevo alcalde de Cádiz el abogado Emilio de Sola.
Carranza se alejó los años siguientes de la política local, pero se mantuvo muy activo a nivel nacional. Fue diputado nacional por el partido ultraconservador Renovación Española en las legislaturas de 1933 y 1936. Sin embargo, mientras formaba parte como diputado del Estado republicano se dedicaba a conspirar contra él. José de Mora-Figueroa en su libro ‘Datos para la Historia de la Falange gaditana’ (1974), lo indica bien claro: Carranza es un claro partícipe del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Semanas antes de la sublevación se encontraba preparándola con Sanjurjo, jefe militar de la misma, en Portugal. De hecho era partidario de que el General Varela se sublevara en Madrid y no en Cádiz como al final sucedió. El domingo 19 de julio Cádiz cayó en manos golpistas y Carranza llegó en avioneta, desde Sevilla, el 26 de julio, una vez la ciudad estaba totalmente tomada.
Arrancaba entonces su segunda alcaldía, impuesta por la fuerza de las armas y que se va a destacar por su total adhesión a los militares franquistas, así como a ejecutar los planes de represión. Durante los meses de verano, otoño e invierno de 1936 se dan las peores cifras en Cádiz de personas encarceladas, asesinadas o simplemente desaparecidas. Siendo el máximo representante de la alcaldía Ramón Carranza. A la vez, además, que fue nombrado Gobernador Civil de la provincia. Traducido resulta: todo lo que sucedía en Cádiz pasaba por su mesa. A pesar de su avanzada edad, dos días después de su llegada a la capital ya firmaba el listado de trabajadores que había que depurar. Una treintena de personas entre médicos, practicantes, escribanos o chóferes eran separadas de su empleo y sueldo.
A los pocos días asistía a la formación de una Comisión Gestora golpista para la Diputación. Sus palabras como Gobernador Civil fueron altas y claras: “el organismo cumpla estrictamente su función y se destierre la política que tanto perjudicó a los intereses provinciales y á España; por ello no debe hacerse política alguna, pues solo se trata de salvar á España, curar sus lacras y llagas”. La política, al parecer, debía de ser desterrada. De lo que se trataba era de sanear. Fueron palabras muy similares a los que otros sublevados hicieron referencia en aquellos días en clara alusión a la limpieza que se estaba haciendo la retaguardia. Pero añadía: “Espero que esta sea una Diputación modelo, pues yo como Gobernador y cómo Alcalde daré ejemplo, pues hoy he comunicado precisamente en el Ayuntamiento, donde no dejaré más que a los funcionarios buenos, y esta misma depuración es la que confía en que se haga aquí”. Sus declaraciones hablan por sí solas.
Los historiadores cifran dicha represión como la más cruel y numerosa. Gaditanos asesinados en distintos puntos de la ciudad sin el más mínimo juicio y las fosas del Cementerio de San José con unas cifras todavía inciertas que pueden rondar las 500 personas. Carranza, además, durante esta segunda alcaldía, firmó multitud de informes sobre sus vecinos y vecinas cuando la justicia militar así se los pedía. No hay que ser un lumbreras para saber cómo acababan dichas vidas.
Hemerotecas que hablan
Corrían los años de la Transición cuando no pocos documentos de las FOP fueron expurgados o incluso hechos desaparecer. En Cádiz todavía se recuerda como parte del archivo de la prisión fue sacado al patio y arrojados al fuego. Lo mismo sucedió con muchos archivos locales de Falange o cualquier escrito que comprometiera a antiguos golpistas o adictos al franquismo. La libertad y la democracia asomaban por la esquina tras 40 años y muchos sentían vergüenza de su pasado. Por esto, entre otros motivos, hoy día resulta complicado encontrar documentación directa sobre los preparativos del golpe militar o la posterior represión. Sin embargo, a veces, quedan resquicios por donde se cuela la luz. Así ocurre con la prensa de la época. Si peinamos las hemerotecas podemos encontrar pruebas del papel de Carranza en la preparación de la sublevación que terminó desembocando en la Guerra Civil. En el Diario de Cádiz del 16 de agosto de 1936, primeros compases del conflicto tras el fracaso del golpe de Estado, el propio Carranza alardeaba de su participación. No solo en la sublevación, sino en la preparación de la misma. Declaraba el alcalde impuesto por las armas: “no hace mucho estuve en Estoril, planeando con el general Sanjurjo el Movimiento actual, y una noche en el hotel sufrí un ataque cardíaco, sin que nadie me atendiera [...] hubiera sido una muerte obscura y estéril”. Según sus propias declaraciones mientras preparaba el golpe militar tuvo problemas de salud. Pero sobrevivió. Y pudo aplicarse con toda intensidad en la sublevación, guerra y represión. Una prueba más de que un Estadio Municipal no puede rendir honores a una personalidad histórica que se entregó en cuerpo y alma en derribar una democracia como lo fue la Segunda República. Al menos no se debe permitir en un Estado de Derecho como es la actual España.