Los mismos derechos humanos en ocasiones también han servido de chantaje, se han expoliado tanto en el mundo de hoy que hasta el concepto ha perdido legitimidad. Unas veces por manipulación política, otras por avaricias humanas, lo cierto es que la esclavitud mental todavía persiste por ejemplo. La defensa de todo ser humano no es un privilegio religioso o partidista, es algo innato, forma parte del ser humano, por lo que es, y ha de serlo en libertad. Lo mismo sucede con el deseo de probar nuevas sensaciones para alcanzar sueños. La caída en el orbe de las adicciones es otra estafa más, porque no refuerza la vida, sino que la destruye.
Bajo el engaño de tantas ilusiones se han cometido tantas injusticias, se han restado tantas libertades, que se han multiplicado los engaños y a la falsedad le han salido alas que vuelan por doquier parte del mundo. El fraude electoral campea por muchos países que presumen de demócratas. Precisamente, la actual crisis del mundo y de las distintas sociedades pienso que tienen su origen en el corazón mismo de las personas. La superación creo que pasa por cambiar mentalidades y estilos de vida. Educar no es adoctrinar, sino templar el alma para la convivencia bajo la autenticidad de ser uno mismo. Ahí radica el esfuerzo que debemos llevar a cabo todos para con todos. Ya está bien de tanto ejército fraudulento voceando: ¡el mundo soy yo! Nadie puede imponer un nuevo orden porque sí, y mucho menos obviando al ser humano como sujeto de derechos y deberes. Habría que declararles la guerra a la legión de seductores que a diario nos engañan y manipulan. Astutamente piensan en la manera de vencernos, y a veces lo consiguen incluso sin convencernos, y toman decisiones por nosotros con total descaro. Ahí está el fraude ideológico, instruyendo ideas y actitudes de forma tácita, debido a la fuerza de empuje que tienen ciertas tácticas estratégicas. Al manipulador le da igual los sentimientos de las personas, los franquea sin miramientos, lo que pretende es dominar y dirigir su conducta.
Otro cáncer del momento actual, son las prácticas en las que los intereses particulares e injustos prevalecen sobre la colectividad del bien general. Tal es el caso del cohecho y la corrupción política, del fraude por eludir la justa contribución social, o la utilización indebida de fondos públicos para enriquecimiento personal. Considero, pues, que la fiscalidad y la lucha contra el fraude debiera ser prioridad en todos los gobiernos del planeta, tanto en sus relaciones internas como externas. En este sentido, la Presidencia española de la Unión Europea dice que va a prestar especial atención a la cooperación de las administraciones públicas de los Estados miembros en la lucha contra el fraude. Sin duda, creo que sería bueno para el mundo que Europa apostase por una fiscalidad más justa y eficiente, hasta ahora no lo hizo, diera ejemplo de transparencia en la lucha contra la evasión fiscal y sobre la fiscalidad del ahorro, que fomentase la cooperación en materia de información en el área de la fiscalidad y que mejorase los instrumentos que permitan hacer efectivo el cobro de deudas; o que llegase a acuerdos antifraude con terceros países y refrendase el compromiso en materia de cláusulas anti-abuso. Veremos si se llevan a la realidad las promesas y si cunde el ejemplo. Falta hace que así sea; el fraude mundial que nos impregna el cuerpo y también el alma, no se puede sostener por más tiempo.
Por dinero todo se hace, también la estafa mayor de comprar vidas humanas, pero asimismo tiene un lenguaje que entienden todos los países, y debieran entenderlo prioritariamente para dar un salto de calidad a los más desfavorecidos. Los pobres son a los que más les afectan los fraudes. Son mártires y presas fáciles. No hace muchos días, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) denunciaba el fraude del que fueron víctima miles de personas, con la promesa de mejor vida que en sus países. Este tipo de estafas se producen a diario. Pienso que es el momento de poner justicia a este vandalismo. Y en cualquier caso, frente a todos estos ríos de sustracciones, trampas, timos y contrabandos, que circulan por el planetario como perro por su casa, hay que proclamar la apremiante necesidad de renovarse éticamente, de cambiar estructuras, modos y maneras de ser y actuar, lo suyo es hacerlo desde dentro, desde las raíces más hondas del ser humano. Porque tan grave es el engaño que se realiza eludiendo obligaciones legales como usurpar derechos con el fin de obtener un beneficio. Un buen comienzo es el pacto mundial de la ONU que pide a las empresas: asegurarse de que no sean cómplices en abusos de derechos humanos y que trabajen contra la corrupción en todas sus formas, incluidas la extorsión y soborno. Algo es todo en la mayoría de las veces.