Jerez despide hoy domingo una nueva edición de la Feria del Caballo, este año dedicada a la Red Europea de las Ciudades del Vino (Recevin) como muestra de gratitud a su nombramiento como Ciudad Europea del Vino 2014. Poco después de llegar a la Alcaldía, María José García-Pelayo anunció que el alumbrado se trasladaría a la noche del lunes, enmarcando esta decisión en las políticas de ajuste económico del Consistorio. La decisión fue acogida entonces con la misma frialdad con la que hace unos meses los jerezanos recibieron la noticia de que el encendido del alumbrado regresaba a la noche del domingo, con lo que la Feria recuperaba su formato habitual. Conclusión: a los jerezanos no les importa demasiado que la semana de fiesta empiece el domingo, el lunes..., o el martes. El lunes recuperó su papel de jornada de resaca del alumbrado, y a otra cosa.
El calor marcó en buena medida el desarrollo del lunes y el martes; y a partir del miércoles sería el fuerte viento de levante quien tomaría el relevo. Los días centrales de la Feria se vivieron -casi padecieron- en con toda la zona de la campiña en alerta naranja. No es de extrañar que se desplomaran toldos o que incluso algunas atracciones se vieran obligadas a suspender temporalmente su actividad.
De modo definitivo la Feria de mediodía -aquella que se prolongaba entre las dos y las cinco de la tarde- ha desaparecido, por mucho que algunos todavía se empeñen en hacer balances de asistencia en esa franja horaria. Los usos y costumbres han cambiado y los jerezanos -como los sevillanos en la Feria de Abril- optan ahora por retrasar a la tarde su llegada al parque González Hontoria.
Un parque, por otra parte, que difícilmente podrá ofrecer la sensación de lleno total anterior a los años 2002 y 2003, que fue cuando se consumó la innecesaria duplicación de su superficie. Antes de esas obras la Feria de Jerez sobresalía por disfrutar de un recinto acogedor y de equilibradas proporciones. Ahora no, ahora Jerez cuenta con un macrorecinto ferial donde la cantidad se impone claramente a la calidad, y buena prueba de ello es un paseo de caballos que precisa de coches de alquiler para tratar de paliar los efectos de esa ampliación.
La otra prueba del algodón la ofrecen las casetas, muchas de las cuales están regentadas por anónimos -es imposible conocer qué entidades o colectivos se encuentran detrás de muchas de ellas- a quienes únicamente anima el deseo de hacer caja. Pero claro, desde 2003 es necesario llenar de casetas toda la superficie que anteriormente cubrían los cacharritos, y esa necesidad abre la puerta de la Feria del Caballo a cualquiera.
Un recinto con una superficie como el actual precisa de un incremento poblacional importante; de una situación de bonanza económica; y de un auge desmedido por el gusto del mundo ecuestre. Mientras ello no ocurra los jerezanos seguirán teniendo la sensación de que “este año hay menos gente” en la Feria, porque conservarán todavía en la retina la imagen de aquel Real dimensionado a la realidad de la ciudad que concentraba en sus dos paseos principales una escogida selección de enganches y a medio centenar de casetas que anteponían la calidad al negocio. Hoy domingo se acaba todo, también los debates. En 2015 se dirá que había “menos gente” que en 2014, y así hasta que los jerezanos olviden que una vez existió un Real de Feria de justas proporciones que fue devorado en un arrebato de megalomanía.