—Resuma brevemente su infancia.
—Nací en la Villa Vieja de Algeciras cuando comenzaba el otoño en septiembre de 1958. Había por entonces pobreza y hambre. Mi padre era policía local y somos cuatro hermanos. Fui al colegio Alfonso XI y posteriormente fui a La Línea a sacarme el título de Auxiliar Administrativo.
—¡Le gustaba aquella Algeciras?
—Era atrasado a mis tiempos y no tenía muchas amistades, porque era un niño introvertido. Me lo pasaba bien jugando sólo en el patio con cualquier cosa. Con dieciocho años me fui voluntario al Servicio Militar y estuve veinticuatro meses.
—Trabajó...
—En Pescados Carrora en el puerto pesquero y ahí empezó a brotar mi enfermedad llevándome a la esquizofrenia. Me levantaba muy temprano y mi labor era la administración y el control del pescado. Hice también otros trabajos de escasos meses.
—Se puso en tratamiento médico.
—Sobre los veinte años comencé a ponerme en tratamiento, perdiendo prácticamente mi juventud. De aquellos años sólo me acuerdo de mis ingresos en hospitales.
—¿Era y es consciente de su enfermedad?
—Al principio no sabía lo que tenía y buscaba mí bienestar de una forma superficial. Mi madre me ocultó la enfermedad y cuando lo descubrí puse remedio.
—¿Recibe alguna pensión?
—Me dan una pensión por una invalidez de un 69%. Pero me negaba a que me dieran la paga no contributiva porque lo que quería era trabajar y ser útil a la sociedad. No sé si me automargino y quizás me libere la poesía.
—Una lucha constante para ser útil para la sociedad.
—Es una lucha interior tremenda, para no dejarte superar por las voces que oigo. Me agarro a Dios y a lo místico yendo al más allá aunque sepa que no hay nada.
—¿Cuáles son los síntomas de su enfermedad?
—Mis síntomas principales son oír voces a todas horas de gente conocida. Ahora cuando terminemos la entrevista nada más despedirme de ti mantendré una conversación imaginaria contigo. Hablaremos de poesía y tú me dirás que soy un gran poeta, hasta que se presente otra voz y reemplace a la tuya. También me vienen muchas imágenes de Cristo y de Vírgenes.
—¿Cómo trascurre un día en usted?
—Me levanto tarde, porque la medicación me hace dormir. Vivo con mi hermana y hago la compra de la casa. Después voy a Afemen y si me entero que hay algún acto cultural voy, aunque me cuesta mucho trabajo hacerlo. También me cuesta mucho trabajo hacer amistades y conversar.
—¿Qué es Afemen?
—Es la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales. Me ha ido muy bien porque me sacó de estar encerrado en mi casa.
—¿Cuándo comienza a leer refugiándose en la poesía?
—En los libros de textos del colegio lo primero que leía siempre era la poesía, e incluso me aprendía los poemas de memoria. Pero sobre los treinta y cuatro años escribí un relato presentándolo al premio Victoria Kent, quedando el primer premio desierto dándome a mí el segundo. Eso me sirvió de estímulo y comencé a escribir.
—¿Cuáles son sus poetas favoritos?
—Empecé a leer a Juan Ramón Jiménez, pero últimamente estoy leyendo a los poetas del cincuenta, entre ellos a José Hierro y Alfonso Canales…
—¿Ha colaborado en los boletines y revistas culturales de Afemen?
—Al principio hicimos un boletín con todas las actividades culturales y recreativas que realizábamos. Después hicimos la revista y comencé a escribir en ella. Se convocaron los premios de poesía en los grupos de enfermos mentales y he ganado todos los premios de la provincia de Cádiz. Fueron ocho en total, aparte uno de la Asociación Benhará y un accésit del Ateneo de Algeciras.
—¿Cómo es su poesía?
—Escribo desde dentro y siento todo. Pero sin embargo hay poetas que escriben muy bonito con su métrica y rima, pero no sienten nada al escribir desde fuera.
—¿Es consciente que muchos grandes genios estaban en la misma situación que usted y es muy difícil llegar a su inteligencia?
—Al poeta le habla una voz que le hace ser un genio o un loco. Esa voz le lleva a escribir sus sentimientos. Aunque a veces me siento tan poca cosa que creo que mi poesía no sirve para nada.
—En esta sociedad hipócrita y corrupta quién se crea que es alguien, para mí es menos que nada.
—Es verdad. Hay que ser humilde, porque cada cual aportamos nuestra pequeña o mucha aportación. Mi poesía no es dulce y ni amarga, sino impactante, porque quiero remover las conciencias, como tú la remueves con tus tribunas de opinión, poemas y pinturas. Yo, a pesar que soy creyente, escribo en contra de Dios por tanta injusticia.
—¿Proyectos más inmediatos?
—Tengo pocos, porque escribo a ramalazos, pero me gustaría ser más constante escribiendo diariamente un tiempo.
—Por experiencia propia, la creatividad poética cuando llega hay que captarla inmediatamente, porque minutos más tarde esa magia desaparece.
—Es verdad, cuando me surge me voy al cuarto y escribo. Pero he roto muchas veces lo que he escrito porque me ha dado miedo al pensar en el suicidio y en esas cosas. Tengo en la mente la lucha que tuvo mi padre ante su enfermedad, la muerte de mi abuelo y la de mi madre porque no querían morirse. Yo no quiero morirme y me agarro a la vida a pesar de que ciertas voces que escucho me dañan.
—¿A quién admira?
—Siempre digo “no juzgues, para no ser juzgado”. Por lo tanto, admiro a las personas que dicen la verdad y que luchan por los necesitados y contra el poder, como tú lo haces.
—Gracias. ¿Cómo está la situación poética y cultural en Algeciras?
—Creo que en general está bastante mal, porque hay en esta sociedad mucha frivolidad con tanta basura. Y sin embargo no se interesan por la cultura, las artes y ni de los verdaderos problemas que nos rodean.